Pedaleando

Contracorriente miguel paz cabanas

S oy de los que cada vez siente mayor aversión por los coches y aplaude la creación de zonas verdes, carriles bici y áreas peatonales. Lamentablemente, y gracias a las ordenanzas municipales, o más bien a su incumplimiento, mi aversión también se está extendiendo a los usuarios de bicicletas. El pasado domingo pude ver una marcha de ciclistas integrada por personas de todas las edades -”familias enteras-”, atravesando apaciblemente las calles de Eras de Renueva. Era un espectáculo estimulante. Me resultó asombroso, sin embargo, que yendo precedidas de vehículos de la policía, una buena parte de las mismas pasase de llevar casco protector. Mirándoles me vino a la memoria otra anécdota chusca, relacionada con la costumbre, creciente y extendida, de encontrarme casi todos los días a tipos que subidos a su bici pedalean tranquilamente por las aceras de media ciudad. Creo recordar que no hace mucho cierta autoridad ya jubilada declaró públicamente que no se iba a consentir ese hábito, e incluso se llevó a cabo una campaña educativa para, antes de recurrir a las multas, persuadir a los infractores. Pues bien, no sé ustedes, pero yo cada día veo a más energúmenos haciendo eses por las aceras de León y ya van un par de ocasiones -una al doblar la esquina de mi casa- que casi se me llevan por delante. Es descorazonador pensar que a lo peligroso que resulta cruzar en esta ciudad ciertos pasos de cebra, se sumen las agresiones de los indurain de turno, y ojo, que no se trata sólo de mozos descerebrados, sino de gente madura y talludita. A este paso los peatones acabarán convirtiéndose en una excentricidad y habrá que comprarse un traje de spiderman y hacer el chorra por las fachadas leonesas: lo que me hace pensar que, en cuanto saquen una ordenanza prohibiéndolo, empezarán a verse desequilibrados saltando como cabras de antena en antena.