Diario de León
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Panorama | antonio papell

La reunión del Comité Federal del PSOE del pasado sábado fue un balón de oxígeno para Rodríguez Zapatero, quien está atravesando en relativa soledad los momentos más duros de la gestión de la crisis. Tras la marcha de Solbes, el correoso rompeolas que protegía al jefe del Ejecutivo de las tormentas económicas, ZP ha quedado en la primera línea de fuego, ante un Partido Popular que ve en la adversidad general una clara oportunidad para tocar poder y -últimamente- ante el asedio mediático del poderoso grupo de comunicación agraviado que mantiene una dura pugna con el Gobierno.

El Comité Federal registró dos elementos relevantes: de un lado, la inexistencia de opciones alternativas. ZP mantiene la unidad del partido, consciente de que éste es un patrimonio valioso para mantener el poder. Es bueno que la generación que hoy está al frente del Partido Socialista recuerde cómo en los pasados noventa la fractura entre dos sensibilidades socialistas, que se tradujo en juna confrontación entre el aparato y la UGT, significó el declive del PSOE de Felipe González y la salida del gobierno.

El otro elemento es el discursivo: el secretario general refuerza la cristalización de las sensibilidades en una sola mediante una cie rta radicalización con tintes sociales. ZP aglutina al partido frente a la agresión exterior, personificada en el «establishment». Su intervención ante sus conmilitones incluyó críticas a «los poderosos», alusiones a los instalados sin responsabilidad política -léase el gobernador del Banco de España-, advertencias a los empresarios y una llamada a la solidaridad que puede resumirse en su declaración de que tan importante es salir pronto de la crisis como hacerlo todos juntos.

Este mensaje defensivo ya fue utilizado por Suárez en su momento (su lucha con «la banca» fue una táctica de supervivencia), aunque con diferencias: este PSOE tiene 169 diputados, las minorías parlamentarias son influyentes pero no depende de ellas la estabilidad, y la legislatura es todavía joven: este país debe haber salido del pozo antes de las próximas elecciones generales, en las que la opinión pública no sólo juzgará la gestión del Gobierno sino el esfuerzo de todos los demás actores políticos, económicos y sociales para conseguir este designio que a todos interesa. En resumen: si alguien pensaba que una campaña de desgaste podía provocar la fractura del PSOE y una anticipación electoral, deberá replantear su estrategia. En primer lugar, se impone la reconstrucción del diálogo social, en términos posibilistas y racionales. Los sindicatos han hecho gestos significativos que anuncian mayor flexibilidad y los empresarios han rebajado el tono de sus argumentos y se disponen a negociar (el 2 de diciembre, la CEOE celebrará una gran convención en Madrid, de la que podría salir una propuesta de pacto social). Pero también el Gobierno deberá bajar a la arena a recabar apoyos: la reforma del aborto y la nueva ley de Libertad Religiosa excitan nuevamente la hostilidad de sectores conservadores, que el 17 de octubre celebrarán una gran manifestación en Madrid. A partir de ahora, convendría que la cuestión económica fuera el verdadero terreno de juego político, sin ele mentos extraños que perturben la serenidad ni la posibilidad de acuerdos.

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