La soberbia occidental

Al día | luis del val

Los generales estadounidenses le han explicado al presidente Barack Obama que lo de Afganistán, no es que tenga una solución difícil, es que la solución es imposible. Aquélla partida de ajedrez que comenzaron los responsables de la CIA, ayudando a los talibanes para que éstos, a su vez, debilitaran a Rusia ha sido una lección maravillosa de los resultados que se obtienen al alimentar y cuidar el huevo de la serpiente.

A las serpientes no les puedes dar dinero hoy, e intentar despacharlas mañana, así que se fueron a los Balcanes, y una vez organizado uno de los guateques europeos más sangrientos de los últimos decenios, neutralizadas allá, algunas de las sierpes se montaron en un avión y abatieron las torres del Trade World Center, con la propina inglesa y española posterior.

Unas montañas pedregosas no son lo mismo contempladas por el satélite que a pie de las mismas, y tampoco es lo mismo la sociología de salón que nos impele a exportar la Democracia, que la sociología real, a pie de calle, donde cada día, de manera irrefragable, se demuestra que una sociedad teocrática no se puede transformar en una sociedad democrática, sin pasar previamente por una laicidad efectiva.

La soberbia occidental es tan enorme como su complejo de culpabilidad. Por un lado, no nos hemos atrevido en la constitución Europea a mencionar algo que es patrimonio de todos los países de la Unión Europea e incluso de los que no están en la Unión Europea: el humanismo cristiano, y, encima, no nos atrevemos a tocar un pelo al imán del barrio y sus prédicas incendiaria.

Por otro, creemos que lo que es bueno para los occidentales es bueno para todo el mundo. Puede ser, pero a su tiempo. Y exportar idearios antes de tiempo es como intentar recoger la miel sin ahuyentar con humo a las abejas.