LA OPINIÓN DEL LECTOR (II)
Triste despedida de soltero
Triste fue lo que les ocurrió a Juan y Emilia, que casi se divorcian tres semanas después de la boda. Ella descubrió que su amor, su novio al que se entregaba en exclusiva, como suele exigir el divino impulso amoroso, se había acostado con una ramera la noche en que se despedía de soltero. Al día siguiente, ante el altar, en el sagrado lugar, él la tomaría por esposa, tal vez todavía con el olor de la prostituta en el cuerpo y luego entraría en ella, quizás impregnado de algún virus, con la triste enfermedad de la carnaza. No hacían falta promesas de fidelidad, pues amor las da siempre por supuestas. Si cuando estaban en su apogeo sentimental, cuando más tiernos eran, cuando todavía se sentían enamorados, él era capaz de fornicar con otra, ¿qué pasaría cuando pasasen los años y ella ya estuviese algo pasada por la edad y los hijos, las pasiones ya secas como pasas? ¿Acaso iba ella a poder aguantar que se fuese con otras, inventándose ritos de burdel? Con estas y otras consideraciones sufrió él la vergüenza, aunque ella callaba lo que había hecho con sus amigas, si bien no llegó al fornicio con los jovencitos, los prostitutos del baile, sí que fue procaz, sí que le habían animado sus malas compañías a tocar lo más reservado; a él no le hubiese gustado verlo o saber cómo hizo esos gestos, cómo le chupaba al otro..., cómo... La noticia le llegó a la ex-novia por un amigote del trabajo de su ahora marido, que le había acompañado al depravado lugar, con los demás, y así se vengaba de una afrenta laboral que le había hecho, estaba despedido. A un primo del novio le llegaron las tristes nuevas cuando él iba también a casarse y por eso decidió evitar problemas; decidió celebrar con toda su familia el hermoso futuro que le esperaba.