Diario de León
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Mar de fondo | carmen tapia

Una persona me ha dicho que tú has hecho mucho daño en Sevilla ¿qué tienes que decir a ésto?». La pregunta, lanzada en un programa de televisión en una hora de máxima audiencia a una tonadillera española, me heló la sangre. Mi pudor como periodista me hizo esperar una reacción de condena del conductor del programa y, acto seguido, la entrada en el plató del director para presentar el finiquito al entrevistador. Eso sí hubiera sido espectáculo. Pero nada de eso pasó. La máxima periodística de que los rumores no son noticia y de que no se puede acusar a nadie sin pruebas en un medio de comunicación está convirtiéndose en lección para el olvido en un escenario del todo vale por la audiencia, con grandes sumas de dinero sobre la mesa. Plauto decía que el hombre es un lobo para el hombre, pero se quedaba corto porque hace 2.000 años no podía imaginarse el poder de la radiodifusión. Temo que, tal y como están las cosas, la tecnología de la información, el apagón analógico con el aumento de los canales en TDT y el acceso a más fuentes de información no necesariamente traerán de la mano una televisión de calidad. Voraces e insaciables, sospecho que los nuevos modelos para competir servirán para inundar y colapsar aún más la justicia española con denuncias y querellas. Las nuevas generaciones meriendan cada día, no con las lecciones de la rana Gustavo, el reportero más dicharachero, sino con los gritos e insultos de los tertulianos. La degeneración convierte a la denominada prensa rosa, que bien hecha cumple una función social, en un espectáculo vil y deslenguado. Este camino impregna, poco a poco, las páginas de la llamada prensa seria, a la que no le tiembla la mano en utilizar a los menores para dejar al descubierto los más miserables instintos de venganza y de odio. «Mala gente que camina y va apestando la tierra», escribió Antonio Machado, para advertir, «en un día, como tantos, descansan bajo la tierra».

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