Diario de León
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De siete en siete | rafael monje

Vivimos por lo general de manera inconsciente, como si la lucidez individual fuera un estadio tan íntimo que exigiera estricta discreción y privacidad para poder preservarla durante nuestra propia existencia. Esa inconsciencia forma parte incluso de nuestro quehacer cotidiano y sólo se rompe en circunstancias inopinadas a las que uno debe hacer frente a lo largo de la vida, con más o menos acierto, con más o menos fortuna. Un buen ejemplo de ello lo podemos encontrar cuando esa misma vida te propina un latigazo en forma de enfermedad y, de repente, tu mundo interior e inconsciente se derrumba cual castillo de naipes y los esquemas de valores, que creíamos infranqueables y sólidos, se transforman en una prueba evidente de esa irrefutable ofuscación a la que solemos aferrarnos. No digo que debamos atormentarnos con lo que haya de venir y sucedernos, no; pero basta darse una vuelta por cualquiera de los catorce complejos hospitalarios públicos de la Comunidad para comprobar fácilmente que hay un mundo en la calle y otro, bien distinto, dentro, en esos centros de denodada lucha contra la enfermedad y el desasosiego. He visto la cara del dolor y el sufrimiento. La tenacidad con la que mucha gente hace frente a esa amalgama de cables y tubos para plantarle cara a la adversidad más cruel y angustiosa. Ahí dentro, como digo, las cosas se ven de otra manera y el acento se pone en lo verdaderamente importante. Curiosa contradicción la del ser humano. Dicho de otra forma, pareciera que el dolor, la enfermedad, sea propia o la que pueda sufrir alguien muy cercano, es el único despertador que suena realmente en nuestra conciencia, en nuestra rutina irreflexiva, para recordarnos que es una suerte vivir una vida plena y saludable y, más aún, saber vivirla de forma consciente. Lo demás, no digo que no importe, en su justa medida, pero la escala de valores es radicalmente distinta si estás fuera, o sea, en la calle, o bien dentro, postrado por ejemplo en la cama de un hospital. Por eso, qué mejor actitud ante la vida que valorar lo que tenemos, pero también lo que no tenemos y no deseamos sin esperar a que las condiciones físicas o mentales de cada uno nos induzcan a hacerlo.

La sanidad de Castilla y León contabiliza más de 44 millones de actuaciones al año, entre pruebas diagnósticas, consultas e intervenciones quirúrgicas. Un dato más que revelador de que la vida es, inexorablemente, sinónimo de superación. Hoy mismo, por citar un día, ahí dentro, en los hospitales, hay mucha gente plantando cara a la enfermedad, con el apoyo de familiares y de cientos de profesionales de la sanidad. Hoy mismo, ahí fuera, seguiremos también inmersos en esa rutina inconsciente, sin apreciar el valor de una vida exenta de perturbaciones y sufrimiento.

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