Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

Los encantadores nos han podido quitar la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo que hemos puesto en la empresa olímpica, eso es imposible. Hay corazonadas que no cuentan con los demás, que también tienen su corazoncito. El deporte y la vida tienen estas cosas. Por eso existen los dioses y las quinielas.

La verdad es que somos un país muy raro. Se manifiestan los obispos y no los sindicalistas. Se vuelve a llenar la Plaza de Oriente y parpadean las estatuas de los reyes godos, que hace mucho que no presenciaban tales bullas. En cambio, los españolitos siguen impertérritos después de saber que el FMI ha augurado el fin de la crisis mundial, pero nos deja fuera de la barca de los náufragos: España seguirá en recesión, o sea con el agua al cuello, cuando los demás hayan llegado a la orilla. Quizá para demostrar que somos distintos no haya una señal mejor que la huelga de jueces, que se trama para el próximo día 8. Seguimos siendo una unidad de desatino en lo universal. Cuando eliminaron a Tokio y a Chicago creció nuestra esperanza. «La engañosa esperanza», que dijo Shakespeare, que ponía bien los calificativos, incluso mejor que Samaranch. Anular el efecto Obama era decisivo, pero nadie recuerda a los finalistas.

Es muy importante participar, ya que si no se participa no se gana, que es lo que de verdad importa. Se ha hecho un poco más de lo que se ha podido, pero querer nunca ha sido poder. Nada de planchazo, aunque haya fallado la corazonada. En última instancia ha triunfado el deporte, aunque haya sido un triunfo de la diplomacia. Y ahora, de perdi dos a Río.

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