Diario de León
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El corro | pedro vicente

Parece que hace un mundo, pero todavía no hace seis meses desde que Zapatero movió el banquillo y cambió a los titulares de seis ministerios. Quedaba poco para las elecciones europeas y se trataba entonces de soltar lastre -”recuérdese a la inefable Magdalena Álvarez-”, inyectar alguna dosis de savia nueva y, sobre todo, replantear la estrategia frente a la crisis económica.

El desgaste del Gobierno de Rodríguez Zapatero era ya lo suficientemente acusado para que aquel movimiento de fichas evitara la derrota socialista en los comicios europeos, aunque es posible que redujera su alcance. Medio año después, con los cambios asentados, los sondeos indican que el desgaste no se ha detenido y avanza de forma directamente proporcional al impacto de la crisis económica. Y lo que ya existe es perspectiva suficiente para calibrar el resultado de aquella remodelación del Gobierno.

El tiempo ha confirmado que el cambio de mayor calado, el relevo de Solbes por Elena Salgado, estaba diseñado para que Zapatero tomara las riendas de la política económica sin que le pudiera condicionar nadie con mayor autoridad que él en la materia. «Están haciendo las cosas que yo no quería hacer», ha declarado el ex ministro de Economía -”ahora también ex diputado-” en referencia a la subida de impuestos y otras medidas adoptadas tras su salida del Gobierno. Zapatero ha asumido directamente la paternidad de esas medidas y ejerce en la práctica como ministro de Economía, de igual forma que se reservó la inexistente cartera de Deportes.

El balance que ofrecen los cinco nuevos ministros ungidos en esa crisis es bastante desigual. Contra pronóstico, la revelación ha resultado ser la titular de Sanidad, Trinidad Jiménez, cuya impecable gestión del problema de la gripe A la ha situado entre los mejor valorados del Gobierno. Junto a ella sigue destacando el activo papel asumido desde el primer momento por José Blanco, quien viene impulsando decididamente las inversiones en infraestructuras y lo está haciendo de forma concertada con las comunidades autónomas. Blanco además está compatibilizando sin mayor dificultad su condición de ministro con la de número dos de la Ejecutiva socialista, función que se ha visto obligado a retomar -”al menos como portavoz ante la opinión publica-” ante el fiasco de Leire Pajín.

Por contra, nadie pensaba que Manuel Chaves, distinguido con una vicepresidencia de nueva creación, fuera a ofrecer un perfil tan bajo como el que viene mostrando. Desde su condición de ex barón autonómico y presidente federal del partido, Chaves parecía llamado a corregir la dinámica centrífuga favorecida por la política autonómica de Zapatero. Sin embargo, ha tenido un papel muy subalterno en la negociación del nuevo modelo de financiación autónoma y ha sido incapaz de concertar con los gobiernos autonómicos una sola medida contra la crisis. Quedan por evaluar los nuevos ministros de Educación y Cultura. Hasta la fecha nada induce a pensar que Ángeles González Sinde vaya a mejorar la gestión de César Antonio Molina. Por el contrario, Ángel Gabilondo dejará poso si consigue sacar adelante el pacto de Estado sobre Educación que se ha ofrecido a negociar el PP.

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