Diario de León
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El corro | pedro vicente

Cuando parecía que la travesía emprendida conjuntamente por las tres principales Cajas de Castilla y León navegaba viento en popa, en los últimos días han aparecido en el horizonte nubarrones que an uncian aguas procelosas. El mar de fondo ha emergido a raíz de que el Banco de España, que había tomado las riendas de dicho proceso -”de hecho fue quien sugirió la negociación inicial entre Caja España y Caja Duero y forzó después la incorporac ión de Caja Burgos-”, haya decidido apostar por la fusión pura y dura, dejándose de las medias tintas de fórmulas intermedias como la que en su día auspiciaron la Junta, el PP y el PSOE. Y este salto directo a la fusión ha complicado las cosas mucho más de lo que esperaba el organismo que dirige Fernández Ordoñez. Y no por el coste económico y laboral de la operación, sino por la resistencia a la misma en el seno de las propias Cajas.

Es cierto que tras la intervención de la Caja de Castilla La Mancha y la aprobación del Fondo de Reestructuración Bancaria, los consejos de administración de las cajas se han visto obligados a plegarse a las directrices del Banco de España. Más que nada porque la espada de Damocles de una posible intervención pende sobre cualquier entidad de ahorro y con ella la exigencia de responsabilidades a sus administradores. Esta posición de fuerza por parte del Banco de España es la que le ha llevado a tratar de imponer la fusión a las cajas de Castilla y León, sin reparar en un detalle fundamental: la aprobación de las fusiones no es competencia de los Consejos sino de las asambleas generales de cada caja, y además por mayoría cualificada. Aunque pueda no hacerles ni pizca de gracia, en la actual situación los Consejos de Administración no tienen más remedio que apoyar la fusión. Pero el escollo se trasladará a continuación en las asambleas, donde existen fundados temores de que el proceso naufrague. Temores en Caja Duero y Caja Burgos, que requieren mayoría cualificada de dos tercios, y no digamos en Caja España, cuyos estatutos elevan esa mayoría nada menos que a los cuatro quintos.

El Banco de España parece haber olvidado lo ocurrido con el proyecto de fusión de las cajas vascas, fracasado al no obtener el respaldo de la asamblea de la Kutxa, la caja guipuzcoana. Y es justamente el fantasma de la Kutxa el que ha comenzado a planear sobre las Cajas de Castilla y León, máxime cuando, al ponerse sobre la mesa la fusión, han vuelto a aflorar los contenciosos sobre la ubicación de la sede y el reparto de las cuotas territoriales de poder en la eventual caja autonómica.

Así las cosas, el Banco de España tiene ante sí el dilema de mantener el arriesgado órdago de la fusión, o dar marcha atrás y conformarse con una «integración» similar a la realizada entre las cajas de Navarra y Canarias, que no requiere preceptivamente el respaldo de las asambleas. Unas asambleas que, recuérdese, no se han renovado cuando correspondía -”primer semestre del 2009-” porque la Junta, con la anuencia del PSOE, ha prorrogado en dos ocasiones su mandato con el argumento de que la convocatoria electoral podía interferir el proceso de «integración». Y es que algunos ponen un circo y les crecen los enanos-¦

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