Cierre en falso
Al día | fermín bocos
El caso «Gürtel» se ha convertido en el talón de Aquiles de Mariano Rajoy. Le ha estallado el grano de una trama de corrupción que empaña la imagen del partido en el momento clave en el que las encuestas de intención de voto le dan al PP clara ventaja sobre el PSOE, pero el líder de la derecha no acierta -o no puede- atajar el descrédito político que este asunto apareja.
Forzar la dimisión de un caballo o un alfil -Ricardo Costa- no cambia el signo de la partida porque es de dominio público que la pieza que más se había significado por sus relaciones peligrosas con los corruptores es Francisco Camps («amiguito del alma», le llamaba en una las grabaciones el tal «Bigotes). Lo que está en entredicho es la credibilidad de la dirección de un partido que reclama (con razón), la regeneración de la vida política española pero que, en estos momentos no puede ofrecer ejemplo, porque llega con pies de barro a la palestra. Rajoy tardó semanas en forzar la dimisión del tesorero del partido (el senador Luis Bárcenas), pese a estar imputado en un caso de enriquecimiento inexplicado e inexplicable en términos convencionales. Tampoco ha despejado las sombras que proyecta el exceso de contigüidad entre algunas empresas constructoras radicadas en Valencia y la financiación de determinados actos políticos del PP en aquella región. Con un sumario abierto, una decena de cargos políticos imputados, medio centenar bajo sospecha y a la vista de todos el inocultable nexo entre los principales cabecillas de la trama (Correa, Pérez, Crespo) y la plana mayor del partido en tiempos de la presidencia de Aznar, cabía esperar algo más que decir que todo esto es fruto de una conspiración contra el PP.
Es verdad que desde el Gobierno se frotan las manos, pero ni Rubalcaba, ni Conde Pumpido fueron invitados a la boda de El Escorial. En términos políticos el caso sigue abierto. La intervención de Rajoy ha sido un cierre en falso.