Veinte centímetros

Fronterizos | miguel á. varela

Los precios de las entradas para el partido de la Copa del Rey que enfrentará (es un decir) a la Cultural y Deportia Leonesa con el Barcelona cuestan entre cincuenta y noventa euros y me aseguran que se prevé un lleno total del estadio Reino de León. La próxima vez que alguien me diga que el teatro es caro lo abofeteo sin más explicaciones.

Una butaca del recientemente restaurado Teatro Zorrilla de Valladolid llevará el nombre del actor Ricardo Vicente, fallecido hace un año. Teniendo en cuenta que el adjudicatario de la gestión de este espacio, financiado con los dineros de la Diputación, ha declarado sin sonrojarse que apostará «por el teatro de evasión para los tiempos de crisis» y conociendo las sólidas convicciones artísticas de Ricardo, creo que el homenajeado optará por no utilizar la butaca.

Espoleado por el escándalo periodístico en torno a la llionpedia, enredo un poco en el artefacto para saber de que se está hablando y encuentro la siguiente afirmación: «La llingua propia de la comarca d-™El Bierzu ye la llingua Llionesa». Como no sé que coño es eso de «El Bierzu» no me doy por aludido, no vaya a ser que a mi edad descubra que lo que llevo hablando toda la vida sea lliunés.

«Esto de escribir todos los días catorce centímetros de simplicidades es cosa poco grata por muy temperamentalmente simple que sea quien lo hace». Hace casi sesenta años se publicaron estas líneas en el diario colombiano El Heraldo, de Barranquilla, firmadas por un joven pobre, estudiante de derecho, que ya sabía que su destino no estaba ligado al mundo cartesiano de las leyes sino al universo infinito de la literatura. Se llamaba Gabriel García Márquez, en sus «catorce centímetros de simplicidades» se estaba forjando el mejor novelista en castellano del siglo XX y su reflexión me lleva a preguntarme cuántas bobadas caben en veinte centímetros de columna.