Diario de León

Crisis: el Príncipe Felipe habla claro

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Crónica semanal manuel campo vidal

En su refugio anual de los Premios Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón no desaprovechó la oportunidad. Al glosar a los galardonados habló de valores fundamentales y actitudes necesarias para enfrentarse a la crisis económica globalizada que sufrimos. Un análisis semántico de su discurso da pistas sobre el compromiso del Príncipe: libertad, solidaridad, sensibilidad, profesionalidad, rigor, esperanza, dignidad, etcétera, son conceptos y valores destacados en su alocución. Es más: al referirse a la Universidad Autónoma de México, Premio de Comunicación y Humanidades, don Felipe enfatizó el agradecimiento de España por la acogida a los intelectuales exiliados por la guerra civil. Al hablar de la crisis, el Príncipe fue rotundo: «El desempleo hiere la dignidad de los seres humanos y constituye nuestra principal preocupación». España tiene un serio problema: la crisis económica nos ha situado como el país con más paro de Europa, por más que la cifra tienda a controlarse en su gravedad. Pero además de crisis evidente, padecemos una apreciable debilidad de liderazgo y, acaso por ello, la intervención del Príncipe resultó más relevante. El presidente Zapatero se mostraba feliz la otra noche en Madrid ajeno al desgaste que sufre por la crisis y la descoordinación de su Gobierno. Mientras, uno de sus ministros admitía que «no tenemos hoja de ruta clara a medio plazo y menos a largo». El liderazgo se aprecia decreciente en el Gobierno pero no crece en la oposición. Rajoy es dueño de tomar decisiones a su ritmo desesperante, quizás confiando en que una parte de los problemas se resuelven solos, aunque no todos. Y no vive, además, para pulsos internos. Primero fue Francisco Camps, que anhelaba su puesto, quien no le dijo la verdad sobre su relación con la trama Gürtel, los regalos recibidos y la financiación del PP valenciano. Incluso trató de engañarlo con las medidas internas que debía tomar y que no tomó. Tuvieron que cesar a su secretario general desde Madrid.

Ahora es peor porque enfrente tiene a Esperanza Aguirre, otra candidata declarada a ocupar la presidencia del PP. Esquivó hábilmente las consecuencias políticas de la trama Gürtel en su Comunidad, cuando seguramente había más que esconder que en Valencia, y centra la batalla ahora en la renovación de la Presidencia de Caja Madrid. Trascendió que Aznar quería en ese puesto a Manuel Pizarro y Esperanza a Ignacio González, su número dos, aunque no se explica tanta pasión por nombrarlo cambiando leyes y forzando estatutos. Rajoy, mientras, propone a Rodrigo Rato que estaría en disposición de aceptar y tiene mejor perfil, dado que a Ignacio González no se le conoce relación alguna con el mundo bancario. Estamos hablando del ex gerente del FMI, y por cierto amigo, o ex amigo, de Esperanza, frente a un desconocedor de ese mundo.

La batalla es muy cruda y de nuevo, como sucedió en Valencia, Rajoy no puede perderla pero Esperanza va a muerte, acaso porque le debe a Ignacio González algo que no debe ser fácil de explicar porque sólo por su trabajo leal de varios años no se justifica tal empeño. Por Madrid ya comienzan a circular historias sobre el origen de esa deuda, historias sin desperdicio. Como dice Soraya Sáenz de Santamaría, «cuando dejemos la política escribiremos guiones para programas de humor sobre cosas que ahora no podemos contar».

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