Diario de León
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Tribuna | Julio Ferreras

Cada vez parece más evidente que vivimos en un mundo conflictivo, de intereses y negocios diversos, y sobre todo poco acostumbrado a una convivencia en el respeto y la tolerancia de las ideas y las opiniones. Hay un cierto fanatismo en la exposición de las ideas siempre que consideramos que nuestra opinión es la única verdadera, olvidando que la más elemental lógica nos dice que los demás tienen también el derecho a expresar una opinión diferente. El revuelo levantado por la concesión del Premio Nobel de la Paz a Obama así lo demuestra. Unos lo consideran un acierto, y otros, un error. Probablemente unos y otros tienen su parte de razón. Pero hay un hecho cierto: quien, desde el poder, defiende las estructuras sociales dominantes, por muy injustas que sean, tiene menos posibilidades de ser criticado y probablemente acabe su mandato sin mayores problemas. Por el contrario, quien se presente como el defensor de cualquier cambio, ¡que se prepare!; así es de inmovilista el ser humano.

¿No sabemos que gran parte de la humanidad está desfalleciendo, a causa de las enormes injusticias sociales, poniendo en peligro incluso a la otra parte, que es precisamente la responsable de esas injusticias? ¿Olvidamos la urgente necesidad de cambios profundos, fundamentales y sistémicos que, por otra parte, se reivindican por doquier? Entonces, ¿por qué ponemos tantas trabas a un presidente del país más poderoso del planeta -”mal que nos pese-”, y que está intentando materializar esos cambios tan necesarios? ¿Es que no ha dado pruebas suficientes de buena fe? ¿O es que no creemos que un negro pueda llevarlo a cabo? ¿O somos tan ingenuos que creemos que él solo, por su cuenta, puede conseguirlo? Quizás haya quien desee que no se lleve a cabo, porque prefiere vivir en un mundo injusto, desorientado y desmoralizado, en que los irresponsables y los deshonestos campan a sus anchas. Recordemos el proverbio «quien quiere hacer algo busca el medio, quien no quiere hacer nada busca una excusa».

Pero no, una buena parte de la humanidad ha manifestado su confianza en los compromisos contraídos por el presidente Obama, y entre ellos la Comisión Noruega del Nobel por la Paz, que ha querido, este año, retribuirle por sus esfuerzos en la perspectiva de un mundo sin armas nucleares y para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos. ¿No es bueno y oportuno este mensaje? Y si, en vez de criticar este Premio y al propio Obama, todos comenzáramos a enviarle mensajes de felicitación y de ánimo, ¿no estaríamos colaborando para ese cambio tan urgente y necesario? Eso están haciendo miles (¡ojalá millones!) de ciudadanos en el mundo, porque creen que es posible construir un mundo más justo y solidario, donde en vez de intercambiar armas se intercambien los bienes y el conocimiento, en un clima de respeto y colaboración.

El mundo será lo que los seres humanos decidan que sea. Así se materializa todo, con nuestros pensamientos y nuestros deseos. ¿Deseamos realmente vivir en un mundo cuyos pueblos vivan en armonía los unos con los otros? ¿Creemos que es posible? ¿Queremos que sea posible? Estas son las grandes cuestiones a las que debemos dar respuesta. Por eso, unos apoyan y otros rechazan este Premio y a Obama. Sin embargo, no hay que ser muy ciegos para ver que este momento es una gran oportunidad para alinearse del lado de Obama, tanto los gobiernos (y quizás en especial los europeos) como los ciudadanos de todo el mundo. Y hay muchas formas para ello, no sólo las felicitaciones, sino también la colaboración y el compromiso reales. Las Naciones Unidas han establecido, en todos los meses del año, diversos Días internacionales en que podemos colaborar con el cambio para conseguir un nuevo orden mundial más justo. En este mes de octubre, por ejemplo, tenemos el Día mundial contra la pena de muerte (día 10), el Día internacional para la Erradicación de la Pobreza (día 17), y el Día de las Naciones Unidas (día 24). Tres días para la reflexión y la acción. La pena de muerte sigue presente en nuestro mundo como un rasgo distintivo de la autoridad irracional (aquella que se ejerce con un sentido de propiedad, no de responsabilidad, y generalmente con abusos y violencia), frente a la autoridad racional (la ejercida con responsabilidad y respeto a la vida y a los demás). A este respecto, una buena noticia del Gobierno español: el Consejo de Ministros del pasado día 9 aprobó una declaración institucional contra la pena capital y nombró un Coordinador Nacional para la lucha contra la pena de muerte que tendrá que impulsar esa iniciativa del Gobierno.

En cuanto a la erradicación de la pobreza, es el primero de los ocho Objetivos del Milenio. Es probablemente la mayor lacra de la humanidad, pues mientras unos pocos viven y mueren en la abundancia, muchos otros viven y mueren en medio de una pobreza extrema y vergonzosa, y de la que todos somos, de alguna manera, responsables. El foso que separa a ricos y pobres en este planeta indica el nivel moral y social a que hemos llegado, un mal visceral que pone en grave peligro todo el planeta, y cuya solución está en la voluntad política de los gobernantes y en la colaboración y el compromiso de los ciudadanos. La Coordinadora Leonesa de ONGD se suma, un año más, a las múltiples manifestaciones en nuestra comunidad, en España y en todo el mundo para acabar con esta lacra.

En cuanto a la organización de las Naciones Unidas, es la gran desconocida del público. Se cree generalmente que esa organización la constituye principalmente el Consejo de Seguridad (que es precisamente el organismo que más trabas pone al buen funcionamiento de las N.U. porque está muy politizado), mientras se desconoce el trabajo de la Asamblea General (de donde emanan la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención de los Derechos del Niño, los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos y muchos otros documentos internacionales de derechos humanos), así como las Agencias Especializadas que desarrollan una ingente labor social y humanitaria dentro del marco de las N.U.

En la vida del individuo, como en la de los pueblos y del propio planeta, hay ciertas oportunidades o momentos que uno debiera detectar y aprovecharlos para dar un salto adelante, antes de que se escapen y sea demasiado tarde. Sinceramente creo que la concesión de este Premio es una de esas oportunidades que la Humanidad debiera aprovechar.

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