Diario de León
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Panorama | antonio papell

El todavía alcalde de Madrid -y aspirante perpetuo a mayores metas- ha decidido lanzar un órdago por persona interpuesta -Manuel Cobo- para provocar la implosión del Partido Popular en una coyuntura en que la crisis provocada por el «caso Gürtel», que todavía debe alcanzar sus concreciones judiciales, está afectando a la estabilidad de la gran organización de centro-derecha y alentando de paso viejas rivalidades. Como es conocido, en dicha entrevista, el vicealcalde ha lanzado andanadas virulentas contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, por su obstinación en pretender situar a su número dos, Ignacio González, al frente de Caja Madrid, contra la voluntad de Rajoy, enemistado desde antiguo con González y cuyo candidato es Rodrigo Rato. Gallardón nunca ha ocultado que aspira a lo más alto, es decir, al liderazgo del partido y a la presidencia del Gobierno, sinceridad que le honra en un país en que la modestia todavía es un valor pusilánime. Y todo indica que, ante el debilitamiento de la dirección nacional por el «caso Gürtel», está dispuesto a impedir que Aguirre aproveche la coyuntura para imponer su liderazgo.

El escándalo de la trama corrupta está afectando como es lógico a Mariano Rajoy, quien, de entrada, ya ha visto cómo se le hundía el bastión valenciano, que pareció salvavidas eficiente en todas las tormentas. Su mano derecha, Camps, quien le prestó los apoyos decisivos en el Congreso de Valencia, es un cadáver político que, en la agonía, lastra también a su mentor. Nadie cree que el sacrificio de Costa haya resuelto algo. La Justicia, premiosa pero inasequible al desaliento, avanzará como un bulldozer en la selvática trama de la corrupción, que Rajoy no ha creído oportuno extirpar en una operación de cirugía mayor que quizá hubiese sido demasiado cruenta pero que en todo caso le hubiera fortalecido.

En Madrid, donde las vicisitudes procesales del ex tesorero del PP, Bárcenas, serán también las del partido, que podría ser protagonista de un caso de financiación ilegal tan comprometedor incluso como el «caso Filesa», Aguirre está saliendo sin embargo fortalecida del escándalo: ella sí ha sabido acotar la zona contaminada y ha cortado radicalmente cabezas con plausible sentido de la autoridad. La legítima ambición de Aguirre la ha llevado ahora a luchar por colocar a un hombre de su absoluta confianza al frente de Caja Madrid, sin ver que el perfil poco solvente del candidato daba munición a sus adversarios. Las noticias de que hubo una reunión tormentosa en Génova entre Rajoy y Aguirre en que aquél le expresó el veto a González y ésta no lo aceptó situaron el forcejeo en un terreno pantanoso para ambos. Hasta que la explosiva entrevista que Cobo, alter ego de Gallardón, sitúa a Rajoy ante la ineludible situación de tomar decisiones, por acción u omisión: si claudica y desiste de sostener a Rato, su liderazgo se habrá fluidificado; si no lo hace, Aguirre terminará laminada. Y en cualquiera de los dos supuestos, Gallardón gana. Por añadidura, este desarrollo de los acontecimientos libra también a Gallardón de la competencia de Rato, si éste se viera tentado de echar el resto en pos del liderazgo que Aznar le negó en 2004. Porque una de dos: o es presidente de Caja Madrid, en cuyo caso ya estará ocupado en semejante destino, o no lo es, lo que le dejaría políticamente tocado y en retirada.

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