Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

Mi hijo Eduardo entró eufórico en casa, horas antes del encuentro Cultural-Barça. Había logrado sacarse una fotografía con Laporta. Mi mente de madridista en horas bajas funcionó como un tren de alta velocidad. «Qué bien, hijo», le dije, para seguidamente desplegar la más sutil artillería: «¿Y no hubieses preferido una con Eva Mendes?». Entonces, él, que puede ser culé pero no tonto, me espetó, indignado por la obviedad de mi discurso: «¡Pues claro, pero aún más con Pilar Rubio!». En esta vida debes tener claras cuáles son los límites de tus devociones, pues llegado el momento hay que saber plantarse. Y mi hijo es culé pero no tonto. Sólo una novia merengue podrá hacerle ver la luz, allí donde a mí he han fallado las cerillas. No obstante, sería de agradecer que el Real Madrid pusiese un poco de su parte, pues ese 4-0 que le marcó el Alcorcón fue de recochineo.

La de la Cultural ha sido una derrota muy respetable; la del equipo blanco, descacharrante. Cuando se le preguntó a Messi por dicho resultado, el muy malvado se limitó a decir: «hum... sí, eh, la verdad es que me sorprendió». La guasa para ser demoledora sólo necesita media sonrisa, un brillo de ojos. Los políticos hacen triples mortales con sus derrotas electorales, que explican como victorias: «estamos muy contentos de que nos hayan metido cuatro, pues pudieron ser siete», hubiera declarado un candidato tras el debacle. En cambio, el fútbol no hace cabriolas con los resultados. El marcador no acepta matices, ni decimales. Los goles son una realidad de carne y hueso. Ah, qué difícil es educar.

Afortunadamente, ninguna discrepancia es eterna, y mi hijo tiene claro que entre tener una fotografía con Laporta y otra con Eva Mendes o con Pilar Rubio no hay color. En eso sí estamos de acuerdo.

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