Arte y etnografía
Tribuna | Luis Miguel Vila Rodríguez
Licenciado en Historia
Para no ver no es imprescindible ser ciego o cerrar los ojos», este pensamiento está escrito en la exposición fotográfica titulada el «Atlas de Borges» que hasta el domingo próximo se exhibe en el Centro Leonés de Arte.
Es una buena síntesis para hacer una llamada de atención contra una falta de sensibilidad cultural hacia la arquitectura tradicional que no sólo pone en peligro nuestro patrimonio etnográfico y tradiciones por su olvido sino que incluso hace pender siempre la amenaza de la destrucción directa de lo poco que va quedando.
Lo dicho entra en relación con la presencia en el mismo edificio de otra exposición pictórica «Arquitectura y paisaje en La Cabrera» de Pilar Ortega, autora de una colección de cuadros dibujados en lapicero, y Severino Carbajo, con una serie de óleos en color, exposición que nos sirve de chispazo en la mecha de una reflexión sobre el arte y su relación con la ciencia en general y la etnografía en particular, abundar en el punto de vista estético de la ciencia, de que el arte es una aproximación a la ciencia más sensible, más flexible y más cercana.
La ciencia y el arte son dos formas de tratar con la experiencia y hacerla más inteligible.
Desde un punto de vista lógico sabemos que no sólo los sistemas teóricos, incluso el mundo entero, pueden ser refutables desde innumerables puntos de vista dependientes de la subjetividad del observador, es decir, si hay muchos puntos de vista desde los que podemos acercarnos a la ciencia es igual de válido acercarnos desde un punto de vista de sensibilidad, belleza, armonía u otras consideraciones de carácter estético, entendiendo la estética no en su faceta artística sino en la vertiente de la sensibilidad humana, buscando establecer asociaciones sensoriales y afectivas en busca de filiaciones y comprensiones.
En etnografía la sensibilidad estética ayuda a liberar a sus estudiosos de la obsesión por las descripciones realistas, permaneciendo la pintura realista en el limes entre un enfoque artístico y el enfoque estrictamente epistemológico. Es aquí donde justamente situamos la obra de Pilar Ortega y Severino Carbajo.
El acercamiento de estos dos artistas a la arquitectura de La Cabrera, en su propio proceso de enculturación cabreiresa, es desde la valoración de lo pintoresco, lo singular, probablemente con una visión teleológica hacia lo mítico, no en vano, la arquitectura de La Cabrera es una arquitectura tradicional de las más antiguas y valiosas de Europa, hundiendo las raíces constructivas de sus construcciones auxiliares más sencillas en los castros de la Edad de Hierro, todo ello a la sombra del Teleno, adorado por las tribus astures y explotado por las legiones romanas.
Llama la atención el realismo artístico y naturalismo etnográfico de Pilar Ortega, en su forma de acercarse a la arquitectura tradicional de La Cabrera, como ejemplo de la utilidad del arte como herramienta de estudio etnográfico, utilizando sólo el monocromatismo del lapicero como una forma de captar, simbolizar y llamar la atención sobre la austeridad y humildad de estas construcciones, a la vez que nos presenta una ausencia total de figuras humanas, sólo aparecen algunas siluetas antropomorfas en las barandillas de los corredores, haciendo una llamada de atención sobre la creciente despoblación de esta comarca leonesa. Y un tercer aspecto destacable, cada vez son menos los conjuntos arquitectónicos representados en los dibujos de Pilar Ortega, al contrario que sus primeros dibujos donde los grupos de edificios aparecían con frecuencia, ahora mayoritariamente representa detalles y construcciones aisladas, en una forma de denuncia de que esta arquitectura como conjunto está desapareciendo y cada vez sus testigos son más escasos y aislados, perdiendo con ello cada vez más su personalidad como conjunto.
Estos mensajes de la experiencia que nos trasmiten los cuadros nos empujan a una reflexión que gira entorno a la imagen, en este caso la pintura, como testimonio etnográfico.
El poder de la imagen reside en que al ser mirada produce sentimientos y emociones, la experiencia se interpreta, se organiza y da sentido a una mirada. Con ciertas imágenes, y aquí podríamos incluir las etnográficas, participamos a través de una identificación con los mensajes recibidos y compartimos con el grupo unas mismas vivencias, de alguna manera el yo individual se desvanece para formar parte emocionalmente de una colectividad.
Las imágenes de los cuadros de Pilar y Severino cumplen tres grandes funciones, por una parte la documental como testimonio de una realidad singular que está cercana a no repetirse nunca más, por otra parte una función artística, ya que busca hurgar en nuestra sensibilidad respecto a los paisajes de nuestra provincia y, por último, una función textual, la pintura es un medio de transmitir ideas y conocimientos. Es por estos motivos que entendemos que es totalmente válida la utilización de la pintura como un método cualitativo de investigación etnográfica, creando una etnografía visual, que desearíamos que fuera incluso multimedia, por lo menos en su divulgación, son loables en este sentido los esfuerzos que está haciendo el Museo Etnográfico Provincial en Mansilla de las Mulas www.etnoleon.com.
Animo al lector a cumplir con la ley del etcétera, que básicamente dice que un espectador suple con su imaginación lo que en una imagen no ve, ampliar la visión holística, es decir, la capacidad para captar el contexto de una forma global. Sería deseable que a la vista de esta serie de cuadros el espectador intente conocer el entorno en que está situada esta arquitectura bien documentándose o, mejor aún, visitando La Cabrera, un paisaje que a buen seguro no les va a defraudar.
Mientras tanto, éstos y otros artistas, ¿nos seguirán señalando eternamente lo que ha sido y ya no es?