Un reino de trapo

El baile del ahorcado cristina fanjul

Una pancarta. Ya ven. El arranque de los actos para la celebración de los mil cien años de la fundación del Reino de León es un trapo, grande, pero un trapo. Como imagen es suficientemente plástica y bastaría para calificar (o descalificar) el trabajo realizado por el conglomerado de instituciones que conforman la Fundación León Real o Regnum Legionense (ni siquiera sabemos muy bien cómo se llama).

Esta semana, la amalgama coordinada por el escritor Juan Pedro Aparicio se reunirá para decidir qué actos han pasado la prueba y cuáles no merecen la inversión. Ya ven, y ¡tan sólo quedan dos meses para que comience la efeméride! Espero equivocarme, pero creo que el tiempo se ha demorado tanto que habrá que esperar otros mil años para que, en el caso de que León siga existiendo, una celebración recuerde de verdad qué supuso el Viejo Reino para la historia de España.

El interés de los integrantes de la entelequia (la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de León, las diputaciones de León, Salamanca y Zamora, la Fundación Claudio Sánchez Albornoz, el Instituto Leonés de Cultura, el Instituto de Estudios Bercianos y el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua) ha sido tal que ni siquiera disponemos de una página web en la que se vaya informando puntualmente acerca del espíritu que mueve la conmemoración, qué supuso el Reino de León como freno al avance del Islam o por qué el rey Alfonso IX fue uno de los actores históricos más importantes en el desarrollo de la democracia.

Tenemos al menos un nombre para la celebración, Raíces, una imagen totalmente adecuada, que demuestra que somos invisibles, tanto que la historia pasa de rondón, tanto que nos servimos de un trapo para recordar lo que fuimos.