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León

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Historias del reino margarita torres

Preocupa, y mucho, en qué va a terminar este asunto tan amasado y todavía no cocido del todo de la fusión de las cajas más fuertes de esta autonomía: Caja España y Caja Duero, a la que se suma una más que solvente Caja Burgos. Dista esta situación, a priori, de los conciliábulos navajeros de Caja Madrid, que enfrentan en el ring del barro a Esperanza Aguirre y al señor Ruiz Faraón. Años atrás, un viejo amigo, perro avezado en la política y sus tramollas, me explicaba que cuando dos reyes luchan en el tablero de ajedrez, siempre se sacrifica a los peones más valientes-¦para acabar negociando un empate técnico y aquí paz y después gloria.

Esta misma semana advertía con acierto el presidente Herrera de la desagradable situación creada, so excusa de Caja Madrid, entre políticos de primer nivel en el PP. Unas tensiones innecesarias que generan malestar entre representantes y representados, entre instituciones políticas, bancarias y tropa en general. Un malestar que Juan Vicente desea que no contagie a esta bendita autonomía, lo que significa que los políticos, también los de su propio partido, cuanto más lejos mejor a la hora de conducir estos financieros coches de carreras. Implica esto que prime el beneficio de todos sobre las ansias centralizadoras de algunos, siendo «todos» los que con sus impuestos sostienen este teatro.

La anchura de la zanja que media entre riqueza y equilibrio de supervivencia fin anciera no iguala a los españoles, sino que los separa cada vez más en reinos de taifas con recursos propios con los que competir en el Al-Andalus que se diseñó en la transición, a la caza de una jefatura de partido mayoritario, tal es el caso de Madrid, que a tantos, peperos y no peperos, molesta. Quien tenga la caja de los dineritos puede jugar a rey con sus torres, alféreces, caballos y peones. Y ahí radica el miedo y la preocupación de muchos, también en esta autonomía que pudo coserse mejor y no se hizo. La descentralización de consejerías hubiera enraizado un sentimiento muerto o agonizante: Burgos con la Justicia, Salamanca con la Cultura, León con el músculo financiero, Valladolid con la capital in pectore convertida en pectore, o Soria sede del pensar medioambiental, nos hubiera hecho sentirnos más cómodos.

Todavía estamos a tiempo, al menos en lo financiero, de no sentir en los lomos el bastonazo de siempre. Ahora, cuando sobre el tablero de juego se colocan las cajas, se habla entre bastidores de 1.400 puestos de trabajo, de 300 oficinas en liza, de unas sedes que, según las brújulas del interés, bien pueden magnetizarse de nuevo, no precisamente apuntando ni a León, ni a Salamanca, ni a Burgos. Existe miedo, preocupación y desvelo entre bancarios y ciudadanos que dejan sus nóminas y ahorros en la confianza de la cercanía de la Caja que devuelve parte de su capital al soriano o al salmantino porque conoce más de cerca que otros sus problemas. A una novia guapa le salen muchos pretendientes, pero si dos de ellos la llevan cortejando tiempo, justo es que se repartan sus favores y no llegue a última hora algún señorito para apalabrar boda y residencia forzada. En este caso no existe el divorcio. El matrimonio es para siempre.

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