Diario de León

Envejecimiento, aborto e inmigración

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Tribuna | ANDRÉS ZORITA

MÉDICO

Si aumenta la expectativa de vida y se tienen menos hijos la población envejece. En el mundo desarrollado, especialmente en Europa, el envejecimiento es un problema demográfico muy serio y particularmente acuciante para España. La Europa de los 27 tendrá una población de 430 millones en el 2050, inferior a la actual, porque los índices de nacimientos promedio por mujer en edad reproductiva están por debajo de 2 (1.3 en España), nivel necesario para su estabilización. En Alemania la edad media será de 47 años en el 2050 y en España, probablemente, será de 50 mucho antes (en el 2025). En contraposición, los norteamericanos, con unos índices ligeramente mejores, serán más jóvenes y su población crecerá previsiblemente en 150 millones.

Un envejecimiento rápido de la población trae consigo una reducción drástica del número de personas laboralmente activas. Pero, además, este menor número de trabajadores tendrán a su cargo un mayor número de personas dependientes. Supongamos que casi la mitad de la población sea mayor de 65 años en el 2050 y un descenso del 30% de la población trabajadora, cifras bastante probables. Nos podemos encontrar, entonces, con un índice de dependencia del 67% frente al 32% actual. Esto quiere decir que habrá un fuerte aumento del gasto en pensiones, salud y cuidados de largo plazo. Es por todo ello por lo que el envejecimiento de la población amenaza muy gravemente la economía.

¿Cómo encontrar pagadores de impuestos para hacer frente a esa carga? Los europeos tenemos ya unos impuestos muy elevados y los gobernantes, con la excepción de España, están bajando la presión fiscal para encarar el impacto de la crisis económica, con el fin de acortar la recuperación y tener las manos libres para hacer frente a los problemas de más gravedad, como éste, evitando que se solapen. Imagínense si en España la crisis nos dura hasta cerca del 2020. Tengan en cuenta que los cálculos sobre los que se basan las previsiones pueden ser, incluso, demasiado optimistas si la medicina continúa su desarrollo -“como es de esperar-“, mejorando aún más allá la expectativa de vida, y disminuyen los nacimientos por encima de lo previsto a causa de las dificultades económicas actuales.

Las medidas gubernamentales de incentivar la natalidad, basadas en estímulos económicos, lo que consiguen es que se cambie el momento de los nacimientos, no su número. Curiosamente en los países escandinavos, a pesar de que hay mayor número de mujeres trabajadoras que en los países mediterráneos, los índices de natalidad son más elevados. Esto, ciertamente, puede deberse a que han desarrollado y aplicado mejores medidas que permiten compaginar el cuidado de los hijos con el empleo femenino -“una buena política-“.

Hay que convencerse de que cada joven español cuenta, y mucho, inclusive los que no han nacido todavía. En este punto debo señalar el problema social que divide especialmente a los españoles, como es el aborto. Me parece que, en una sociedad necesitada imperiosamente de gente joven, no se puede desperdiciar a ningún congénere que pueda nacer, por lo que deberíamos desarrollar adecuadamente las garantías sociales y jurídicas necesarias, que permitieran poder hacernos cargo de estos futuros compatriotas no deseados en su concepción y educarlos -“listos como conejos-“ con todo el interés y cariño de una sociedad ávida de juventud que sí los desea -“porque los necesita-“, manteniendo la total libertad e independencia de la mujer como propugna un sector de la sociedad. Como ven, simplemente por puro interés de economía de supervivencia, y sin necesidad de entrar en otras consideraciones, se podría dar una solución satisfactoria a los problemas de conciencia y religiosos -“también lícitos-“ del otro sector. Probablemente, además, no se vería amenazada la salud mental de muchas mujeres jóvenes y, por tanto, de nuestra sociedad, al no tener que pasar por la amarga experiencia del aborto. Me da la impresión de que nadie quiere ir eliminando fetos humanos -“con independencia de la ideología-“, si otra vía es posible y, como mantengo, hasta necesaria.¡¡Ésta sí que es una buena inversión! Pueden existir soluciones diferentes para este problema: promulgar disposiciones, leyes que garanticen el anonimato a las madres indefensas, permitiéndolas dar a luz en otras provincias y la ayuda económica necesaria, y también la protección económica y legal a las parejas que quieren adoptar. Con todo ello dispondríamos de, quizás, 60.000 nuevos españoles cada año, con nuestros genes -“ni mejores ni peores-, nuestra educación y nuestra cultura y evitaría a muchas parejas tener que ir a adoptar a países lejanos. Esto facilitaría, a su vez, la solución a los graves problemas de integración y aislamiento de aquella población inmigrante que, en menor número, seguiría afluyendo a nuestro país. Los gobiernos tienen que dar soluciones a los problemas, y en este caso se ha optado por la más brutal y primitiva, que además divide a la sociedad innecesariamente. No entiendo tampoco la falta de argumentos de la oposición que no ha sido capaz de sacar el problema del planteamiento religioso, que naturalmente sólo incumbe a la persona y a su confesor.

Otra opción complementaria es la inmigración de trabajadores jóvenes. Pero, con los datos que les he señalado, la inmigración en la proporción necesaria para poder mantener los índices de dependencia futuros debería ser enorme. Y habría que preverlo con el tiempo suficiente, para poder proporcionarle las destrezas requeridas y con la progresividad adecuada para que los nuevos conciudadanos se adapten a nuestras leyes, cultura y formas de vida. Por contra, una avalancha inmigratoria masiva en muy poco tiempo produce graves desajustes sociales.

Mejorar la productividad, es decir, el rendimiento por trabajador, es otro objetivo a alcanzar. Pero esto es poco menos que imposible en países que envejecen. Es evidente, por tanto que hay que generar empleo, debemos depender de nosotros mismos y ¡sacar nuestras castañas del fuego! como están haciendo los norteamericanos, no esperar a las subvenciones de nuestros vecinos. Hay que poner a mucha más gente a trabajar -“acabar con la política y mentalidad de la subvención es una prioridad-“, tanto para generar riqueza, como para disminuir los índices de dependencia y evitar que nuestros jóvenes con un 40% de paro emigren. Hay que ser competitivos y buscar nuevos mercados para nuestros productos como están haciendo los chinos y americanos. Y para tener empresas competitivas es necesario también tener energía barata.

Ya sé que mucha gente considera que lo que está pasando no es posible controlarlo por nosotros mismos pues nos viene del exterior, dada la economía global -“como se nos está haciendo creer-“, pero de ninguna manera esto es absolutamente cierto. Las cuatro causas que han llevado a este debacle económico son el elevado precio del petróleo; el desplome en el consumo, debido a un endeudamiento excesivo, con una disminución del índice de confianza del consumidor que ha obligado a una reacción defensiva hacia el ahorro; una quiebra global de los precios de las viviendas -“nunca los precios de las casas habían subido tan rápido en tantos países a la vez, a causa de una inversión desenfrenada en el ladrillo (2/3 de la economía mundial) y al bajo precio del dinero-“; y a un brusco aterrizaje de la economía China -“que supone 1/3 del PIB real del planeta-.

Pero, aunque estemos sometidos a los cambios de crecimiento de otros países, si se tiene una independencia energética del petróleo y se dispone de fuentes de energía baratas se puede aguantar mejor el impacto y reaccionar más rápidamente, manteniendo empresas, empleo, confianza y consumo. Es decir, la independencia energética permite controlar en gran medida las otras tres situaciones. Si la dependencia del petróleo no se corrige, entonces todavía no habrá llegado lo peor para nosotros, pues el precio del petróleo subirá de nuevo paralelo a la recuperación de los más fuertes.

Si se quiere evitar el riesgo de colapso de las joyas de la corona -“sistemas públicos de sanidad y pensiones-“ hay que trabajar contrarreloj. ¿Tenemos políticos para ello? Necesitamos independencia energética, aumentar el empleo, elevar el índice de natalidad, regular adecuadamente la inmigración e incorporar mucho más a la mujer en el mundo laboral. Podemos ganar un poco de tiempo adicional para poder alcanzar estos objetivos retrasando la edad de jubilación -“más ingresos y menos gastos-“, si bien esta medida es profundamente impopular y ningún político con espíritu de supervivencia en el cargo la menciona, especialmente porque nos va a tocar a algunas generaciones que hemos criado a nuestros hijos sin ayudas públicas, pagado mucho tiempo impuestos demasiado a menudo malgastados, sufrido prestamos al 17% de una banca a la que hemos confiado nuestros ahorros de toda la vida y no nos los han cuidado, aguantamos a los peores políticos posibles. Y ahora-¦¡Esto sí que es tener talante!

tracking