Diario de León
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A esgaya | emilio gancedo

Está instalada en las mentes de nuestros políticos, más aún, está engarfiada en las entrañas de la propia sociedad española, obtura las arterias de las instituciones, la economía, e incluso las mismas relaciones personales, un lema que todo lo preside y a la que rinden tributo cotidiano muchos concejales, arquitectos o escayolistas. Es el de -˜el que venga detrás, que arree-™, o también, con perdón, -˜maricón el último-™; sin olvidar el clásico -˜y si cuela, cuela-™. Daría este comportamiento asocial para toda una tesis, pero vamos a intentar ofrecer aquí tres posibles y recientes antecedentes (sin excluir otros anteriores a éstos, que sin duda habrá) del funesto egoísmo hispánico.

Uno: años sesenta. El extraño aparato franquista, apoyado no tanto en ideologías como en el poder del dinero, siempre tan conservador, y en el silencio de una sociedad temerosa y hastiada de violencia, concedía manga ancha a ésta o aquella familia empresarial para que hiciera o deshiciera a su antojo, sin ceñirse a las reglas de la legislación o del mercado: barriadas de pisos, polos industriales enteros (y he aquí, por cierto, un precedente del feísmo de nuestras ciudades, sin parangón en Europa) fueron elevados gracias a estas prebendas, y el resto de empresas y constructoras envidiaban a los elegidos por el cetro del régimen.

Dos: nada más instaurarse el sistema autónomico, cada una de las comunidades (unas más que otras) se lanzaron a tumba abierta a demostrar al resto del mundo sus «hechos diferenciales» con gran despliegue de editoriales, eventos, discos, medios-¦ que se encargaban a las empresas adictas. Todo valía para cerrar el prao y decir: esto es diferente y estas diferencias las custodio yo. Y tres: y más cercano. El vergonzoso espectáculo de los últimos ochenta y primeros noventa y su «cultura del pelotazo». Cargos públicos robando y huyendo con toneladas de dinero público que jamás aparece. O sea, la filosofía de toma el dinero y corre. Arrea con él.

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