La Cabrera de Ramón Carnicer
Crónicas bercianas carlos fidalgo
EN el verano de 1962, el escritor Ramón Carnicer se adentró en los montes de La Cabrera para recorrer sus pueblos. Y sólo encontró miseria. Calzado con unas alpargatas, con una mochila a la espalda y un sombrero de paja cubriéndole la cabeza, el autor villafranquino viajó en tren desde su casa de Barcelona, tomó un autobús en Puente Domingo Florez y a partir de Castroquilame, donde la caída de un puente interrumpía la carretera, comenzó una ruta a pie siguiendo el cauce del río Cabrera por caminos empinados y pendientes pronunciadas.
De aquel viaje nació un libro, Donde Las Hurdes se llaman Cabrera , que levantó ampollas. Sacó los colores a las autoridades provinciales del tardofranquismo, que tenían completamente abandonada a la comarca -”«vivimos como animales del monte, a ver si se acuerdan de nosotros», llegó a espetarle una mujer al viajero desde un carro-”y dejó en evidencia a la Iglesia con su retrato veraz de los curas rurales: «Enterradlo vosotros mismos», escribe Carnicer que le dijo el párroco de Odollo a una familia que acababa de perder a un niño en un parto sin tiempo para bautizarle.
Tanta vergüenza causó Carnicer con su denuncia, una cumbre de la literatura de viajes, que los dirigentes de la Diputación provincial de entonces y la propia Iglesia trataron de procesarle por contar lo que vio. No pudieron. Incluso en la España de los sesenta, aquel intento de condenar a un escritor honesto resultó ridículo y no prosperó.
Medio siglo después del libro de Ramón Carnicer -”cuyo hijo Alonso acaba de recuperar la historia del chabolismo barcelonés durante los años en los que su padre recorría y escribía de La Cabrera-” sólo el dinero que mueve la pizarra está evitando la despoblación completa de la comarca donde se escondió el mítico guerrillero Manuel Girón en la posguerra. El precio que está pagando, un aluvión de escombreras y de canteras horadando los montes, no está sirviendo, sin embargo, para que La Cabrera disponga de las carreteras y la prosperidad que merece, aunque nuestros políticos de hoy no dejen de hablar de todo ello en los medios de comunicación provinciales.
La Cabrera sigue esperando una comunicación sin rodeos con Ponferrada y con Sanabria. Y aunque el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, haya comprobado con su coche oficial lo estrechos que son sus caminos, tampoco figura en el presupuesto de su administración para el próximo año ningún euro para la carretera de Herrerías de Llamas por la que pasó, y no precisamente en alpargatas.