Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

Parece ser que un cavernícola, o tribu de ellos, ha sustraído pinturas rupestres de la cueva de Librán. Y recalco lo de parece pues hasta que no se coteje el inventario, realizado en el 2002, no puede saberse si la sustracción ha tenido realmente lugar o todo está tal como se encontraba, pues, al parecer, ya hace tiempo se produjo el robo de un fragmento. Expertos de la Guardia Civil se han personado en el lugar, de muy difícil acceso, y volverán en los próximos días. Hay, pues, que esperar. La noticia publicada por este periódico ha provocado la lógica alarma ciudadana, además de otras más interesadas. Personalmente, me parece desproporcionado acusar a la Junta de Castilla y León de tener abandonado el patrimonio leonés. No comparto esa visión catastrofista, aunque admito que ante las muchas necesidades de la provincia, toda inversión resulta escasa; soy reacio a caer en el victimismo de proclamar las carencias y silenciar siempre las inversiones recibidas. En efecto, todo lo relativo a nuestro patrimonio ha de ser considerado prioritario. Pero una vez reconocido esto, en mi opinión, de haberse producido tal expolio, la Junta habría sido la víctima, con todos nosotros, y no la culpable del mismo. El suceso ha caído como un mazazo entre los técnicos del área, excelentes profesionales a quienes no se les puede acusar de dejadez en sus funciones. Exijamos más medios y protección para nuestro pasado ancestral, pero para ello no hay que crear falsos culpables, como hacen quienes todo lo reducen a una ocasión para desgastar la imagen del rival político, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. En un comunicado, había tanto interés en demonizar a la autonomía que se les olvidó condenar al autor o autores del suceso. Escuchemos a los expertos. Y diferenciemos a la víctima del verdugo. Es lo justo.

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