Diario de León
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Con viento fresco josé a. balboa de paz

Las fuent es históricas, especialmente los tumbos de Montes y Carracedo, y algunos vestigios materiales, como los castillos de Ponferrada y Cornatel, revelan una dilatada presencia de los templarios en el Bierzo durante más de un siglo, desde 1178 en que se asientan en Ponferrada, cuya tenencia mantendrán durante algunos años, hasta 1312 en que el papa Clemente V, bajo la presión de Felipe el Hermoso, rey de Francia, suprime la orden. Tal supresión está relacionada con muchos y oscuros intereses materiales y de poder, pero que hay que enmarcar en el nacimiento de los estados nacionales, cuyo primer ejemplo será justamente Francia. Para muchos el Temple no era sino un estado dentro del estado.

Estos vestigios históricos y arqueológicos del Bierzo permitirían a Enrique Gil y Carrasco ambientar su novela, El señor de Bembibre, no solo en el paisaje deslumbrante de nuestra comarca sino en el ambiente final, primeros años del siglo XIV, de la orden del Temple; tiempos que en cierto modo se correspondían, con acusado paralelismo, con los suyos propios, en que el liberalismo exclaustraba a los religiosos y desamortizaba sus bienes. Gil no cuestionará tajantemente ninguno de los dos procesos pero será muy crítico con sus consecuencias. Su obra será la más lograda novela histórica del siglo XIX español y, sin duda, el ejemplo en el que han bebido otras muchas que desde entonces se han escrito.

Desde del siglo XVIII hay un interés creciente por el tema del Temple tanto en la historia, como vemos en las de Campomanes, Raynouard, Joaquín Bastús y Michelet, como en las novelas de Walter Scott, López Soler, Juan Cortada, por no hablar de escritores como Feijóo, cuya carta «Sobre la causa de los templarios» es una buena reflexión sobre esta orden militar. En los días de Gil y Carrasco, incluso algunos pretendían restaurar la orden, bien bajo el manto de una sociedad filantrópica, bien bajo el secretismo de la masonería, con la que tendenciosamente se la relaciona (Baigent, Leigh, Lynn Picknett, Christian Jacq, etcétera). En los nuestros el interés por lo templario es aún mucho mayor, en la historia pero sobre todo en la novela histórica, que se ha convertido en uno de los géneros literarios más populares y más leídos, como puede verse en cualquier escaparate de las librerías españolas.

Todas las épocas históricas se han visto recreadas por esta literatura, pero quizá ninguna ha alcanzado el paroxismo que anima las novelas que relatan el mundo templario o tienen a los templarios, muchas veces vistos desde una perspectiva esotérica, como eje central de su trama. Lo templario es casi un subgénero de la novela histórica actual, con sus virtudes y vicios (más estos últimos), quizá porque su trágico final está envuelto en mitos y falsedades. Buena prueba de ello son los libros de Hanny Alders, Raymontd Khoury, Jack White, Claudia Casanova, Nicholás Wilcox, José Luís Corral, Jorge Molist, Enrique de Diego, Dan Brown, por citar solo algunos de los más conocidos autores.

A desentrañar este género literario se dedican este año las Jornadas Templarias, que se desarrollarán en la Casa de la Cultura de Ponferrada los días 17 y 18 de este mes de diciembre. Mediante la participación de expertos en literatura (Nicolás Miñambres, José Luis Suárez Roca, Elena Fidalgo, Saúl Garnelo) e historia (Goyita Cavero, Ignacio González) tratarán de indagar en la relación entre la verdad y la ficción que reflejan esas novelas históricas respecto al mundo templario.

Al mismo tiempo profundizarán en la obra de Gil y Carrasco, autor que, imbuido de muchos de los ideales caballerescos de aquella milicia religiosa, llegó a conocer bien la historia de la orden y los ambientes que aquellos transitaron, como los castillos de Ponferrada y Cornatel, y los monasterios de Carracedo y Villabuena. Estoy seguro que merecerá la pena asistir a estas jornadas abiertas a todo el público.

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