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León

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Crónicas bercianas carlos fidalgo

YA no vivimos en tiempos de revoluciones. Aquellos años en los que España experimentaba la primera revolución anarquista del siglo XX, con las colectividades de Aragón en los meses iniciales de la Guerra Civil, han quedado definitivamente para la historia. Y así ha pasado de inadvertida una efeméride que por unos días situó al Bierzo en el centro del enfrentamiento político que acabó en la guerra sangrienta y cainita que desgarró este país. Casi nadie recuerda en Fabero que la localidad minera, antes incluso de la revuelta de Asturias de 1934, fue escenario hace ahora setenta y seis años de un levantamiento que desembocó en la proclamación del comunismo libertario.

Recordaba Manuel Enríquez en este periódico que un sábado 9 de diciembre de 1933, los mineros contrarios a la República de derechas llevaron la lucha obrera desde Fabero hasta Ponferrada, donde la Guardia Civil les impidió el paso. De vuelta a la cuenca, asaltaron el día 10 el Ayuntamiento y el juzgado, quemando los archivos, buscando armas, y llevándose dinamita, mechas y fulminante de los polvorines de las minas. El día 11 se apoderaron del cuartel de Vega de Espinareda y pusieron cerco al Ayuntamiento y a las dependencias de la Guardia Civil en Cacabelos.

De madrugada, la fuerza pública procedente de León y Astorga se hizo con el control de la sublevación y los insurgentes huyeron abandonando al menos siete camiones cargados de dinamita. Treinta y tres de ellos fueron detenidos en aquella jornada, y otros quince en días posteriores. Treinta resultaron condenados y pasaron tres años en la cárcel, hasta que el triunfo del Frente Popular en las elecciones de 1936 les sacó de prisión y les dejó libres en los meses previos al estallido de la Guerra Civil.

Son cosas relegadas a los libros de historia, en el mejor de los casos. Fabero ha estado estos días más preocupado por encontrar un lugar discreto donde verter la basura, a la espera de que concluyera la huelga en el CTR provincial. Y lo mismo han hecho en la ribera del Boeza, donde han elegido Villaverde de los Cestos para alejar los residuos, aun a riesgo de cometer irregularidades. Lo importante era sacar la basura de las calles, han pensado, sin valorar que los residuos no se evaporan, y que no se soluciona un problema trasladándolo a otro lado.

Mucho peor, sin embargo, es la basura que no se ve, pero se intuye en la gestión provincial de los residuos urbanos, por mucho que quieran taparla con una tasa. La basura de hoy es la dinamita de ayer, y también puede explotarles en las manos.