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León

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La Conferencia Episcopal, representada en este caso por su portavoz Martínez Camino, gravemente irritada por la reforma de la ley del aborto a la que se han sumado la mayoría de los partidos, ha llegado a una posición insólita que consiste en exigir, con argumentos teológicos, que el aborto sea delito. La identificación entre «pecado» y «delito» es terrible porque nos retrotrae a Trento y nos acerca a peligrosos radicalismos actuales. Si se acepta que la trascendencia religiosa ha de ser la fuente del Derecho, se estará aceptando el criterio fundacional de los regímenes islamistas y proponiendo el retorno de la inquisición. Porque ¿quién mejor que los gestores de la ley divina para guiar a la sociedad civil, determinar las culpas e imponer los castigos? La jerarquía católica está labrándose su propio aislamiento.

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