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León

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En blanco | javier tomé

Vivimos tiempos en los que la estupidez es profundamente reverenciada, evidencia utilizada por el arqueólogo Eliseo Gil, una suerte de Indiana Jones con boina, para presentar en sociedad, allá por el año 2006, ciertas piezas su puestamente localizadas en el yacimiento alavés de Iruña-Veleia que situaban la cuna del euskera en dicho enclave. El imaginario de la cultura vasca se estremeció de gozo frente a aquellas fantasmagóricas evidencias que parecían cosa de magia potagia. Pompeya quedaba chiquita ante la primera representación de Cristo en la cruz u otro fragmento que reflejaba palabras escritas en euskera, adelantando cuatro siglos las anotaciones en primitivo castellano del monasterio de San Millán de la Cogolla. A la vista de semejante bombazo histórico, digno de ser llevado de gira por los pueblos, el yacimiento se convirtió en una especie de fumadero de opio, pues haciendo de la ignorancia, determinación, riadas de visitantes se dirigieron al lugar, con el cerebro nublado por los ideales.

Al poco, los dedos acusadores de la rumorología señalaron al Marco Polo de la arqueología, que para entonces ya había dado un sablazo de 3,7 millones de euros a la empresa pública Euskotren. Una comisión de expertos se encargó de revisar esos portentos que sonaban a camelo con patatas. Ya de entrada, les llamó la atención que entre las Venus aparecieran anuncios de Pepsi-Cola, en una salsa que no ligaba demasiado bien. Efectivamente, sentenciaron que los supuestos hallazgos eran más falsos que un billete de tres euros. Anda que-¦ Don Eliseo no se resigna a suspender el test de la historia y, dando rienda suelta a una diarrea verbal digna de Demóstenes, sigue defendiendo lo indefensible en un alarde de cerrilidad arqueológica. De momento, ya le han larga do del yacimiento con un argumento que suena a irrebatible: corta el rollo, cara bollo.

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