Víctor Peña

Al trasluz | eduardo aguirre

Ha muerto Víctor Peña, el funcionario responsable del área municipal de Cultura. Murió ayer, en su casa, de un infarto fulminante. Hace unos días se le había entrevistado en este periódico. ¿Era más joven o era mayor que yo?, te preguntas ante este tipo de fallecimientos inesperados, pero no importa, porque siempre es demasiado pronto. Iba a editarle un monólogo -”que no llegó a escribir-” sobre el poder, pronunciado por un rey de León, que él quería convertir en un «mo narca republicano», y para cuya documentación le había pasado la película de Orson Welles, Campanadas a medianoche, donde el recién coronado Enrique IV le espeta a su viejo y hasta entonces querido amigo Falstaff: «no te conozco anciano». Nunca olvidaré una conversación que mantuvimos sobre la ingratitud, ese fardo de hierro. En la pasada Feria del Libro le presenté su cuento Carlota. La princesa del arco iris , y viéndole besar a sus hijas percibí que dentro de su coraza, la luz vencía a la sombra. Escribió en dicho libro: «En mi corazón. Me he escondido en mi corazón. Y me gusta lo que he encontrado».

Proclamo mi deuda de ternura con él, por tenderme la mano en un momento difícil, pese a que apenas habíamos tenido trato, pues era ahora cuando empezábamos a tenerlo. El Ayuntamiento pierde a un excelente técnico, con formación para entender todo aquello en lo que trabajaba. Como el personaje del cuento, te escondías en tu corazón, esa cabaña oculta en el interior del bosque oscuro. Quizá, estabas recorriendo un camino de redención, pues transmitías una necesidad de ayudar, de dar y de darte, como si hubieras aprendido una bella lección que te urg ía compartir. En mi caso, llegaste a tiempo, pese a los proyectos que la muerte ha interrumpido. Somos misteriosos engranajes del bien. Descansa en paz.