El clima, una responsabilidad de todos
Tribuna | Julio Ferreras
escritor
Con motivo de la cumbre mundial sobre el clima, en Copenhague, diversos sectores de la opinión pública mundial: movimientos asociativos, plataformas del ONG-™s, ecologistas, sindicatos, etcétera, conscientes de la responsabilidad ante la gravedad del cambio climático, se están manifestando por todo el mundo, para despertar a esa ingente masa de ciudadanos dormidos e inconscientes , y exigir -”todos juntos-” a los responsables de los gobiernos del mundo, y en especial a los más poderosos como máximos responsables, que tomen las medidas necesarias y urgentes para detener ese cambio y salvaguardar nuestro planeta Tierra cada vez más deteriorado.
No sabemos realmente cuál será la decisión final en Copenhague, aunque parece dudosa después de las reuniones previas en Ginebra y Barcelona y dado el egoísmo reinante en los más fuertes, pero sí sabemos que en esa decisión -”sea cual sea-” pesará la mayor o menor presión que hayamos ejercido los ciudadanos de todo el mundo. De ahí surge la responsabilidad individual y social de todos y cada uno de nosotros, y en especial de los ciudadanos de los países cuyos gobiernos son los máximos causantes del cambio climático, Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón, India, etcétera. El hecho de contar con unas Naciones Unidas que no permanecen unidas para solucionar los grandes problemas de la humanidad y del planeta, perjudica mucho esa toma de medidas tan necesarias y urgentes. Y ello es debido al egoísmo y la ambición que caracterizan a la mayoría de los gobiernos del mundo, y en especial a los más poderosos, los cuales tratan de defender sus propios intereses nacionales antes que los mundiales, olvidando que ambos intereses están, hoy, cada vez más interrelacionados.
Es, pues, necesaria una verdadera unión para defender los intereses de toda la humanidad, que sólo pueden conseguir los ciudadanos del mundo unidos. No confiemos demasiado en que las soluciones vengan de los acuerdos de los gobiernos, no es muy probable. Hasta ahora se ha podido comprobar que sólo actúan movidos por uno de estos dos motivos: sus propios intereses o la presión de los ciudadanos.
Sabido esto, es necesario que los pueblos despierten de su letargo y asuman su particular responsabilidad en este momento crucial por el que atraviesa la humanidad, y se unan a los diversos movimientos asociativos de todo tipo y por cualquier medio -”manifestaciones, escritos, internet, etcétera-”, para presionar sobre los gobiernos y exigirles que se decidan a defender los intereses de toda la humanidad y todo el planeta, única forma de defender, hoy, los intereses de una nación concreta. En un mundo cada vez más interdependiente e interrelacionado, ya no podemos hablar de lo mío y lo tuyo, sino de lo nuestro. Hemos de defender la sostenibilidad del planeta, si queremos seguir viviendo como especie, hemos de abandonar las actitudes egoístas, autoritarias y paternalistas que sólo defienden lo de unos pocos. El momento de la gran prueba ha llegado para la humanidad. No olvidemos que el deterioro del medio ambiente es también una consecuencia de los abusos que diariamente cometemos todos, en relación con la utilización de las energías y los residuos, con los recursos limitados del planeta, con el uso de los medios públicos de transporte, etcétera. La solución a los problemas del medio ambiente no se decide sólo ni esencialmente en una cumbre mundial sobre el clima, somos cada uno de los seres humanos del planeta los que debemos hacer un uso racional y sostenible de todos esos medios. Evidentemente, con los responsables políticos a la cabeza. En Copenhague se ha de negociar un nuevo Protocolo sobre el clima que sustituya, en 2012, al actual de Kyoto. Se dice que puede ser la última oportunidad para evitar que el cambio climático se nos escape de las manos. ¿Qué hacer? Probablemente la humanidad nunca se ha encontrado ante una alternativa semejante que va a medir realmente su verdadera altura mental y moral.
Hasta el momento presente, a pesar de los múltiples errores cometidos y las graves consecuencias sufridas, la especie humana ha sido capaz de superar las mayores dificultades en su larga y difícil evolución. ¿Por qué iba a fallar ahora? Esa es la esperanza que ha de seguir viva en nuestro interior, sin olvidar que vivimos en uno de los momentos más cruciales y de mayor responsabilidad de nuestra historia. Aquí es donde realmente nos vamos a examinar sobre nuestro futuro y probablemente el de nuestro amado y denostado planeta. Recordemos, pues, estas palabras sobre la necesidad del «despertar», que es tanto como tomar conciencia de la realidad y asumir la propia responsabilidad: «¡Despertaos, oh seres benditos!, rebelaos en vuestra morada. Tras el más largo sueño siempre vino un d orado alba-¦ ¡Que no quede nadie do rmido-¦! Aquí y ahora-¦ ¡Despertadlo!».