Diario de León

Razones de la victoria de Evo Morales en Bolivia

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Tribuna Enrique Javier Díez Gutiérrez

Profesor de la Universidad de León

Según el prestigioso Center for Economic and Policy Research de Washington, Bolivia tendrá este año el crecimiento económico más elevado de América Latina. Este informa revela que desde que gobierna Evo Morales, el PIB del país ha crecido más que en las tres últimas décadas, a un promedio del 5,2%, lo que supuso  porcentualmente el crecimiento durante 2009 «más alto del hemisferio». Según Mark Weisbrot, codirector del CEPR y autor principal del informe, las políticas del presidente, Evo Morales, «han sido claves», y destaca un factor por encima de todos: «La recuperación del control de los recursos naturales por parte del Gobierno».

Bolivia, hasta hace poco, tenía el desagradable privilegio de ser considerado el país más pobre de Sudamérica, bajo el tutelaje del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) durante los veinte años que precedieron a la victoria de Evo Morales (el primer presidente indígena del país) en las elecciones de 2005, pasando a gobernar en enero del año siguiente, 2006. Durante aquellos veinte años de tutelaje del país por parte del FMI, se siguieron las políticas liberales que el Fondo propuso en toda América Latina. Como consecuencia, en el año 2005, el PIB per cápita era menor que veinte años antes.

Como explica el profesor Vicenç Navarro, no es de extrañar que el Presidente Evo Morales despidiera al FMI instándole a dejar el país, cambiando 180 grados las políticas estatales. Una de las primeras intervenciones fue la nacionalización de los hidrocarburos, y muy en especial del gas natural, intervención que, como era de esperar, cayó muy mal en los centros de la ortodoxia liberal. Otra intervención que también cayó muy mal en estos centros fue la decisión del nuevo gobierno boliviano de romper su relación con el Banco Mundial, cuyo centro de arbitraje tiende a favorecer sistemáticamente los intereses de las empresas a costa del sector público. Estas políticas fueron muy eficaces, pues los ingresos de la industria de los hidrocarburos nacionalizada, permitió un aumento considerable de las inversiones públicas (pasando de un 6,3% del PIB a un 10,5% en 2009). Este crecimiento es incluso más meritorio, pues ha tenido lugar en un periodo que, como resultado de la crisis mundial, el precio de los hidrocarburos ha descendido. Si estas fueran insuficientes razones para explicar el clamoroso éxito de este Presidente electo por el 63.3 % de la población boliviana (frente a la primera vez que lo fue por el 53.7 %), habría que hablar, como analiza el prestigioso sociólogo Atilio Borón, de un gobierno que cumplió con sus promesas electorales y que, por eso mismo, desarrolló una activa política social que le ganó la gratitud de su pueblo: con el aumento de los impuestos aplicados a las multinacionales (de un del 18% al 50% del valor de la producción de crudo) ha sufragado dos bonos sociales con cargo al impuesto de Hidrocarburos: el bono Juancito Pinto , que ha pagado el equivalente a 20 euros a dos millones de estudiantes de primaria en 2008, combatiendo la deserción escolar; y la Renta Dignidad, un programa universal que reparte pensiones para todos los bolivianos y las bolivianas mayores de 60 años que carezcan de otra fuente de ingresos. Por otro lado, creó el bono Juana Azurduy , que busca reducir los índices de mortalidad materno-infantil, y paga a las mujeres embarazadas o lactantes que certifican haber acudido a controles médicos.

Se entiende su triunfo fruto de un gobierno que erradicó el analfabetismo aplicando la metodología cubana del programa «Yo Sí Puedo», lo que permitió alfabetizar a más de un millón y medio de personas en unos dos años, razón por la cual el 20 de diciembre de 2008 la Unesco (no los partidarios de Evo) declaró a Bolivia territorio libre de analfabetismo. Se trata de un logro extraordinario para un país que padeció una secular historia de opresión y explotación, sumido en una desgarradora pobreza por sus clases dominantes y sus amos imperiales pese a la enorme riqueza que guarda en sus entrañas y que recién ahora, con el gobierno de Evo, es recuperada y puesta al servicio del pueblo.

Por otra parte, el solidario internacionalismo de Cuba y Venezuela también permitió la construcción de numerosos hospitales y centros médicos, a la vez que miles de personas recuperaron la vista gracias a la Operación Milagro. Importantes avances se registraron también en materia de reforma agraria: cerca de medio millón de hectáreas fueron transferidas a manos de los campesinos y en la anunciada recuperación de las riquezas básicas (petróleo y gas). Por último, el cuidadoso manejo de la macroeconomía le ha permitido a Bolivia, por primera vez en su historia, contar con importantes reservas estimadas en 10.000 millones de dólares y una situación de bonanza fiscal que, unida a la colaboración de Venezuela en el marco del ALBA, le permitió a Morales realizar numerosas obras de infraestructura en los municipios y financiar su ambiciosa agenda social.

Por supuesto, quedan muchas asignaturas pendientes y no todo lo hecho está más allá de la crítica. Pensar que de la noche a la mañana el gobierno popular podría sustentar un modelo de desarrollo alternativo dejando de lado la explotación de las inmensas riquezas mineras y energéticas de ese país es completamente irreal. Bolivia no tiene a su alcance, al menos por ahora, una opción como la que en su momento tuvieron Irlanda o Finlandia. Pero sería injusto desconocer que la orientación de su modelo económico y su fuerte contenido distribucionista lo separan claramente de otras experiencias en marcha en el Cono Sur.

Todos estos logros, sumados a su absoluta integridad personal, a una espartana cotidianeidad y a un compromiso social con su pueblo, han hecho de Evo un líder dotado de un formidable carisma personal. Una lección que demuestra que ante el peligro de la restauración del dominio de la derecha la única alternativa posible es la radicalización de los procesos de transformación en curso.

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