Diario de León
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La veleta | carlos carnicero

Asumamos, en fin, que los terroristas pueden, incluso, dejar de serlo por la ética de la conveniencia: pueden llegar a la conclusión de que matar ya no puede servir a sus objetivos y hasta podrían dejar de hacerlo. No hay arrepentimiento ni contrición; sencillamente piensan que el asesinato ha dejado de tener utilidad. Esa conducta posible, pero que todavía no se ha planteado en el caso de ETA, puede ser aceptable también por razones de utilidad: pero nunca puede legitimar ni un pasado ni la reinserción social completa de quien siquiera pide perdón a las víctimas, miles de ellas de manera directa y la sociedad en general de manera indirecta, y está entonces dispuesto a hacer frente a sus responsabilidades penales y compensatorias.

Dice Arnaldo Otegui en una carta interceptada por el Ministerio de Justicia y dirigida a otros miembros de ETA que quienes quieren seguir por la senda de la violencia no están en sus «cabales o trabajan para el enemigo». Puede colegirse de esta declaración que ahora, para Otegui, el crimen ya no es interesante desde el punto de vista de sus aspiraciones políticas y de las del colectivo que clandestinamente representa. Pero, ¿volvería a ser partidario de la violencia si esta volviera a tener rentabilidad?

Al utilitarismo de Arnaldo Otegui el Estado debe responder con la razón que le da el estado de derecho pero también con otro cierto utilitarismo: ¿por qué fiarse de quien es partidario de dejar de matar sólo porque ya no le es beneficioso? Y hay un corolario: si ahora les interesa dejar de matar, que lo hagan, pero que no pretendan que nadie les agradezca que dejen de practicar el crimen y mucho menos cuando su convicción es que este instrumento, el delito, lo volverá a ser cuando convenga porque no hay convencimiento de que el respeto a la vida y a la ley está por encima de situaciones puntuales y conveniencias concretas.

Ni la dirección de la organización terrorista ETA ni Arnaldo Otegui tienen crédito alguno ante la sociedad española. No son interlocutores más que desde la rendición sin condiciones, porque la anterior negociación demostró que ETA es sencillamente una organización criminal que ni siquiera tiene la disciplina interna para mantener un cierto compromiso de tregua.

Arnaldo Otegui sólo tiene en estos momentos una salida posible que sea aceptable por parte de la sociedad. Que denuncie a ETA, que manifieste que al margen de conveniencias y utilidades renuncia para siempre a la violencia, que pida perdón a las víctimas del terrorismo y que esté dispuesto a hacer frente a sus responsabilidad. Lo demás es música pero ni siquiera celestial.

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