Diario de León
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De siete en siete | rafael monje

Las muestras de adhesión y solidaridad se multiplican p or estas fechas, como imbuidos por una inopinada conciencia -”o más bien, mala conciencia-” que nos despiertan esos sentimientos adormecidos durante el resto del año. Qué le vamos a hacer, reaccionamos según vaya el calendario aproximándose a su retórico final y, justamente, cuando queda la última hoja por arrancar. Da la sensación de que los buenos deseos se multiplican sólo ahora y, lo que es peor, hay quienes escenifican esa actitud solidaria con el fin de que los demás seamos fieles testigos de la buena gente que son. Me explico: en estos días es raro el periódico que no recibe varias notas de prensa, todas acompañadas por fotografías, del acto de entrega de productos al Banco de Alimentos, a Cáritas Diocesanas o a cualquier otra organización humanitaria por parte de instituciones públicas, empresas y/o entidades de toda índole y pelaje.

Es curioso cómo algunos tratan de vender una acción solidaria con el ánimo de concienciar a la opinión pública de que ellos son más solidarios que nadie. No es cuestión de desaprobar una conducta de caridad, que bienvenida sea, sino el hecho de que se pretenda airear esos gestos de beneficencia para que la sociedad mire con mejores ojos a sus principales promotores e impulsores; o sea, que el acto de solidaridad no es aquí un fin en sí mismo, sino un medio para la consecución de otros objetivos. O dicho de otra manera, que esas muestras de misericordia publicitadas a través de la prensa parecen parte de una estrategia informativa y de influencia entre los miles de usuarios de los medios de comunicación para rentabilizar luego el esfuerzo realizado. Y esto es lo triste, porque creo que las acciones solidarias no necesitan ser retratadas y mucho menos exhibidas como algo noticiable, aunque reconozco que, en contadas ocasiones, hayan servido para espolear al personal.

No me refiero tampoco a esas llamadas a la colaboración desinteresada y ensalzable ante, por ejemplo, una catástrofe, sino a ese hecho efímero y puntual que aparece sólo en vísperas de Navidad y que tiene su anhelado epílogo en el envío de las correspondientes pruebas fotográficas a la prensa.

Pero la solidaridad es otra cosa bien distinta. Es una forma de ser y de compromiso social. Los miles de voluntarios que llevan a la práctica de manera abnegada el amor hacia el prójimo son los verdaderos protagonistas, no quienes de la mano de un puesto público o privado actúan esporádicamente como papánoeles para salir exclusivamente en la fotografía.

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