Diario de León

La difícil unión de los cristianos1397124194

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León

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Cada día su afán José-Román Flecha Andrés

Del 18 al 25 de enero tiene lugar el Octavario de oraciones por la unión de los cristianos. Las desuniones entre los discípulos de Jesús comenzaron muy pronto. Muy pronto parecieron olvidar la oración que Jesús dirigía a su Padre al final de la Última Cena: «Que todos sean uno a fin de que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21).

Sin embargo, el movimiento ecuménico no nacería hasta el siglo XX. Se suele anotar como punto de partida la fecha del año 1910, en que se celebró en Edimburgo, bajo la presidencia de John Mott, la Conferencia Misionera Universal. Este año se conmemora el centenario de aquel paso que daría origen con el tiempo al Consejo Ecuménico de las Iglesias.

El Concilio Vaticano II invitaba a los católicos a unirse a este espíritu ecuménico, que comportaba, al menos, tres condiciones importantes:

1. Preocuparse por los hermanos separados, orando por ellos, tratando con ellos de las cosas de la Iglesia y adelantándose a su encuentro (UR 4).

2. Recordar que el auténtico ecumenismo no se da sin la conversión interior (UR 7).

3. Abstenerse de toda ligereza o celo imprudente que pueden perjudicar el progreso de la unidad (UR 24).

Las víspera de la clausura del Concilio se levantaban las seculares excomuniones entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla. Desde entonces han sido frecuentes los encuentros fraternos entre los Papas y los líderes de las diversas comunidades cristianas. Hemos presenciado signos asombrosos que no hubiéramos podido soñar en otros tiempos.

Las reuniones de estudio han dado por resultado el descubrimiento y la afirmación de un consenso admirable en cuestiones relativas a los sacramentos del Bautismo, la Eucaristía y el Matrimonio, así como a la doctrina sobre la gracia y la justificación. Por si fuera poco, el Papa ha pedido varias veces que le ayuden a comprender y a vivir de forma totalmente evangélica el primado de Pedro con relación a sus hermanos.

Sin embargo, una vez superadas muchas dificultades en el ámbito de la fe, surgen nuevos problemas en el campo del comportamiento moral. Junto al amplio consenso en materia de ecología y defensa del medio ambiente, brotan graves desacuerdos en la defensa de la vida, en la comprensión de la sexualidad humana y en la defensa de la familia basada sobre el matrimonio de un hombre y una mujer.

Las antiguas disputas entre las comunidades cristianas eran de tipo trinitario y cristológico. Hoy son de naturaleza antropológica. Ya no discutimos sobre las personas divinas, sino sobre la persona humana. No nos separa tanto la ley de Dios como la comprensión de la misma ley natural común a todos los hombres.

Seguramente a los cien años de vida del movimiento ecuménico, las tres advertencias del Concilio Vaticano II son más oportunas que nunca. La semana de oración por la Unidad de los cristianos nos ayude a purificar los corazones.

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