Doce meses en la vida de León

Aquel León que fue y que ya no queda vive en retratos de cámaras de fuelle; aquel León se guarda en recuerdos de familia, legado del sacrificio que emplearon los antepasados para llevar adelante la siguiente generación, para dar continuidad al ciclo de la vida, del dolor que costaba llevarse el pan a la boca y el trigo a las paneras, del sudor que impregnó los campos y el rostro de la gente. Y, sin embargo, vivió. Y esa vida sale ahora en entregas de doce capítulos, doce historias tan personales e íntimas, y tan generales y extendidas a la vez, que son patrimonio de la intrahistoria de León. La vida que recupera -"sólo para un calendario que en este 2010 alcanza su quinta edición-" el sindicato Ugal y la cooperativa Ucogal, sin más ánimo que dejar que este León de hoy se asome en el de ayer y vea la cara de los abuelos, y los padres, reflejada en el remanso del río del tiempo. Es la vida de León en doce meses, episodios que parecen imposibles pero fueron, que no se quieren recordar pero que no se olvidan; y junto a cada estampa, alusiones que valen para este tiempo como podrían ajustarse a los años 40, si no hubiera sido por la necesidad; estampas de cómo se acudía a las fiestas en carruajes, con corbata y zapatos hundidos en el barro; fotos de lo que fue el León que recurría al arado romano para tener patatas todo el año, con la nieve en la peña y la nieve en el surco, orquestas apostadas contra tapiales de adobe, mujeres que buscaban en el terreguero el último grano igual que en el lejano oeste la pepita de oro, hilanderas de solana y pastores contra el viento. Aquel León, que fue por lo que es éste.