Fantasma o tragedia
A la última | f. muro de íscar
Decía un clásico que la política de los gestos es la antesala de la política de los hechos. Los gestos de Zapatero y del Gobierno han sido claros en estas semanas: reunir a los sindicatos en secreto para contarles lo que pretendía hacer aunque sin mayores precisiones; tomar la decisión de hacer una reforma laboral con escasa concreción y ninguna ambición; reunir a los sindicatos y a la patronal para escenificar una preocupación conjunta; transmitir mensajes difusos sobre las medidas «urgentes e inaplazables» que hay que tomar; dilatar la reformacuando sindicatos, patronal y Gobierno llevan meses reunidos y negociando; y enviar a Europa un plan «tranquilizador con medidas que luego se han negado. Que algo cambie para que todo siga igual.
Se va a recortar el gasto público, tal vez algo tarde, pero posiblemente la mayor partida salga de la inversión productiva y de la I+D+i; se van a recortar derechos sociales, aunque el Gobierno lo negará como San Pedro cuantas veces haga falta; se van a subir los impuestos en los próximos meses; y, sobre todo, no va a haber creación neta de empleo en el 2010. Díganme ustedes si el panorama es para hablar, como hacen algunos, del «fantasma griego» o, como hacen otros de la «tragedia griega». ¿Basta con esa buena voluntad sin mucho contenido y, especialmente, sin objetivos comunes, de las tranquilas conversaciones entre Gobierno, sindicatos y patronal? ¿Es posible hacer alguna reforma de fondo sin contar con la oposición, no sólo con el PP, y con todas las autonomías? ¿Es ésta una situación de emergencia o un simple problema «temporal y global», como quiere aparentar Zapatero? Moncloa, los Ministerios y el Parlamento deberían ser un hervidero de reuniones con todos los afectados: grandes empresas, sector financiero, autónomos, funcionarios, sindicatos, patronal, partidos políticos, Universidades, en busca de una solución inteligente y audaz para pactar medidas de emergencia, primero, y para buscar acuerdos que cambien este país desde su sistema educativo hasta el modelo productivo, sin dejar de actuar sobre la reforma laboral, las pensiones, la justicia y el sector financiero. Necesitamos un gran pacto y un plan de choque. «Sangre, sudor y lágrimas», decía Churchill. Más vale explicar eso a los ciudadanos, que abocar les a una catástrofe.