Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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Hemos comenzado el tiempo cuaresmal, un tiempo que está orientado hacia la Pascua; no podemos ni celebrar ni preparar la Cuaresma sin tener muy en claro su objetivo único y final: la preparación para el Misterio Pascual. Aunque resulte, con frecuencia, que el tiempo de preparación consume más energías y promueve más actividades que su objetivo final.

La Cuaresma nos sigue poniendo delante un tiempo de conversión, de renovación, de búsqueda de sentido de la vida. Un afán que aparece como ambiguo: el hombre actual ansía vivir cada vez más, cada vez mejor, cada vez más intensamente, pero ¿vivir qué?, ¿vivir para qué? Se dice que estamos mejor equipados que nunca para vivir una vida sana y de mejor calidad. Pero ¿qué es un hombre sano? ¿qué es una vida de calidad humana? Hemos hecho la vida más larga, más cómoda y placentera, pero ¿no la hacemos también más vacía, superficial y absurda? ¿Es éste el camino para satisfacer la necesidad profunda de vida que se encierra en el hombre? Hay además un hecho cultural sobre el que parece existir una conspiración de silencio: cada vez se medita menos sobre el sentido último de la vida. Desconectada de toda relación con el Creador, privada de destino trascendente, la vida del hombre contemporáneo se está convirtiendo en un episodio irrelevante que hay que llenar de bienestar y de experiencias placenteras.Para muchos, «bueno» es lo que produce bienestar y «malo» lo que causa malestar. Pero el concepto de bienestar es ambivalente y no coincide necesariamente con la verdadera realización del ser humano. Un joven puede tomar alcohol o droga para sentir «bienestar», pero, evidentemente, su actuación no es sana. Una persona puede sentirse bien en medio de una sociedad injusta, ocupándose exclusivamente de su bienestar y olvidando el sufrimiento de los demás, pero difícilmente podrá decirse que es sana esa insensibilidad.

La Cuaresma es un desafío a la fe. Porque la vida es difícil y frecuentemente hostil para la fe. Corremos el riesgo de dejarnos llevar de lo que nos parece que hace todo el mundo y así alejarnos progresivamente del proyecto de vida de la fe cristiana. Tenemos siempre el peligro de caer en la tentación, en las tentaciones que nos asaltan diariamente.

Por eso, el evangelio de este domingo quiere alertarnos contra la tentación y animarnos en la lucha con la palabra de Dios y el ejemplo de Jesús, que también fue tentado. ¿No estamos viendo que una sociedad que atiza nuestras apetencias de consumo y satisfacción, no hace sino generar insolidaridad, irresponsabilidad y violencia creciente? Esta civilización está necesitando un cambio de dirección que nos pueda infundir nuevo aliento de vida.

No estamos solos en la tarea.

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