Cornada de lobo | pedro trapiello
La suerte fea
La suerte de la fea Haití para sí la desean los míseros de Sudán, dijo un alcaraván que acaba de venir de allí adelantando su migración. Terrible mensaje trae este pájaro de los desiertos pedregosos del seco corazón africano. En los campos sudaneses de refugiados, el silencio del mundo se abate encima como un sudario y disimula la agonía lenta, los pechos secos y la mirada vacía de aquella gente. Su muerte es crónica, vieja, prevista, demasiado vista y, por ahora, sin el perfil catastrófico que hay que presentar para que te metan en un telediario; de manera que si no salen en la tele amputados o a la funerala, nadie pasará el cepillo por ellos... ni Alejandro Sanz ni el Juanes ni Bosé echarán un trino floreado por su drama como el que llevan a Santo Domingo para mover a tintineo la calderilla solidaria... ni los editores de Saramago pondrían a navegar una exitosa reedición de La balsa de piedra camino de Haití... Todo esto les engorda el hambre a los sudaneses que olvidamos en su campo de refugiados o en su aldea miserable de polvo y cagarruta, ahí les duele cuando escuchan a lo lejos el clamor mundial por Haití y el porrón de ayudas (siempre insuficientes) que está moviendo aquella inmensa tragedia rebozada de tristeza, demolición... y de la nada.
¿Qué debería ocurrirles a ellos, que duermen junto a su propia tumba sin los timbales de un terremoto, para que les llegue algo más que unas leches de Unicef y unas latas de judías del fondo mundial de alimentos... para que alcancen sus ojos un horizonte más allá de las lindes del campamento atiborrado... para que sepan que podrían rehacer su vida algún día saliendo de ese cero a la izquierda en el que les tienen emplazados y acuartelados?...
El alcaraván añade: allí han acatado su derrota; ni se sublevan, ni se espantan, ni huyen; quietos bajo la sombra de un raquítico matojo, aceptan su destino viendo pasar los días sin más asunto que la rutina de la ración; roen estaca y tedio mañana y tarde; algunos jóvenes se rebelan bajo la maraña de palos, toldos y plásticos de la cabaña familiar, replican a sus mayores, se grillan la escuela de lona y ratean entre aquella miseria para pagarse una fuga sin vuelta atrás... si lo logran, ¿también se olvidarán de ellos?...