Diario de León
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Los nueve religiosos que en un futuro serán declarados beatos y cuyos cadáveres se encuentran en la mina tuvieron el mismo final pero cada uno vivió sus últimas horas de forma distinta. Así, según las investigaciones realizadas por el Arzobispado de Toledo, Carlos Álvarez, coadjutor en Herencia (Ciudad Real), llegó a pagar 15.000 pesetas a los milicianos para salvar su vida. Sólo se la respetaron cuatro meses. Antonio García-Calvillo y Faustino Santos fueron arrojados vivos. El primero gritó Viva Cristo Rey antes de precipitarse al fondo y el segundo murió a manos de un alumno.

Igual suerte corrieron Emiliano Encinas, que tuvo que oficiar misa en Camuñas con la iglesia cerrada; Luis Castellanos, asesinado en represalia tras un bombardeo nacional; Sebastián Tapia, golpeado en la cabeza con un martillo por no querer quitarse la sotana y otros dos religiosos, Federico Avengoza y Jesús Sánchez de la Nieta. El noveno futuro beato, Francisco de Paula Herreros, fue asesinado de un tiro en la nuca.

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