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Cornada de lobo | pedro trapiello

Pasando de Haití

Publicado por
pedro trapiello
León

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Haití ya no es moda rabiosa en los telediarios. Lo suyo duró mucho y fueron dos semanas. Después vino Chile trepidando y los haitianos se quedaron en actores secundarios. Hoy ya se han caído de la película y buscan un papel o un eco en descolgadas fotos de prensa o en un festival escolar de Calahorra. Haití ya se hacía tema pesadito y desagradable a la hora de comer; lo saben muy bien las teles; y si hay que meter algo de allí, que sean negritos con carita de chocolate y ojazos tristones, muñecotes desvalidos que piden estrujarlos a besos o montarles una red de adopciones ilegales (cuando asoman esas criaturas en noticias fugaces, Angelines dice que están para comérselos, suspira resignada y se sirve otro platito de natillas; mañana, en honor a su color, será mouse de chocolate).

En aquella abatida isla del horror hay un cazurrín notariando todo lo que ve y anotando lo incontestable con su cámara. Andrés Martínez Casares lleva ya un tiempo allí y se tirará una larga temporada fotografiando para Efe , relatando día a día lo que late, revive o mata en aquellas circunstancias. Andresillo tiene la horma del periodismo hecho a pie de cañonazo o en la boca de lobo. Aunque el periodismo en que se instruyó le ha dado una buena pluma, prefiere consignar lo que ve y sucede con la cámara, que es la mejor forma de que hablen sin intermediarios la noticia y los que están en ella. En Honduras le apercollaban los guris de la porra y no rajó su meterse donde no le llaman los gorilas. En México, en Gaza o en Nueva York tampoco hurtó su compromiso con la realidad que se oculta o distorsionan. Se me notará la pasión de que sea sobrinete este inquieto Andrés, pero me importa un pito y a las pruebas me remito; ahí está ahora cosiendo esa miseria en montoneras que es Haití, miseria de la que nace la mezquindad de muchos, pero también la grandeza de unos pocos. Aquello es duro. Anteayer le comentaba el gran escenario periodístico que es hoy esa isla con su circo internacional de caridades, su estertor de supervivencias, su mercado negro y la vida hecha cascotes; bañar los ojos meses seguidos con sólo este paisaje le rayará la fe y la esperanza, le afectará, pero se doctorará en realidades humanas.