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León

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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

A unque este comentario ve la luz en el Viernes Santo, su contenido se refiere a la Liturgia del próximo Domingo, Domingo de Pascua. En el Misterio de Cristo Resucitado, fundamento de la fe cristiana, nos centramos.

Un autor medieval escribe: « Hoy, hermanos, ¿cuál es el testimonio de la alegría que colma vuestro corazón por el amor de Cristo? Si alguna vez habéis experimentado el amor a Jesús, hoy cuando los mensajeros proclaman su resurrección en la Iglesia, vuestro corazón exulta y exclama: «Me han traído esta buena noticia: Jesús, mi Dios, vive. Al escuchar estas palabras, mi corazón que estaba hundido en la pena y en el desánimo, languideciendo de tibieza y cobardía, ha recobrado ánimo». Hoy este gozoso mensaje reanima la entera humanidad. Comprobarás que tu espíritu ha recobrado la vida en Cristo, si dices: Si Jesús vive, esto me basta. Si él vive, yo vivo en él, mi vida depende de él. Él es mi vida, él es mi todo. ¿Qué me puede faltar si Jesús vive? Mejor aún: que todo lo demás me falte no me importa, si sé que Jesús vive ».

El evangelio es la Buena Noticia de la resurrección de Jesús. Más que un hecho, es un acontecimiento que cambia la vida y el mundo. Pues si Cristo ha resucitado, también nosotros resucitaremos. Por eso es una buena noticia, la mejor para los seres mortales. En el evangelio se anuncia lo aparentemente imposible, la resurrección, la vida después de la vida, el triunfo contra la muerte. Morir ya no es morir, es sólo un paso, el tránsito hacia la vida perdurable y feliz. Así lo entendieron los apóstoles. No se quedaron en que la causa de Jesús seguía, ni que Jesús pasaba a la historia de los inmortales. Entendieron que Jesús estaba vivo.

Y comprendieron que su promesa de vida eterna era algo que se cumpliría. Así lo proclamaron a los cuatro vientos, haciendo hincapié en su experiencia: hemos vivido con él, hemos asistido atónitos a su muerte y, cuando todo parecía acabado en la frialdad de la tumba, la tumba está vacía y el muerto resucitado.

Y nosotros con él. Evangelizar es siempre eso: anunciar la Buena Noticia de la resurrección del Señor, proclamar que la muerte ha sido vencida, que no es el final.

Que la vida sigue más allá de la muerte. Ya hay camino hacia una nueva humanidad, porque lo imposible ya es posible por la gracia y con la gracia de Dios.

Creer en la resurrección de Jesús es tener por cierta su resurrección... y la nuestra. Es ponernos resueltamente en su camino y en el camino de nuestra exaltación. Jesús entendió su exaltación como subida a la cruz, como servicio y entrega por todos hasta la muerte. El que ama y va entregando su vida con amor, va ganando la vida y verifica ante el mundo la fuerza de la resurrección. Sólo esta fe viva, esta experiencia de la nueva vida inaugurada por el Resucitado, puede discutir a la muerte y a la violencia su dominio.

Sin esa experiencia, nada de lo que digamos sobre la resurrección podrá convencer a los otros. Tenemos que ser testigos de la resurrección, resucitando y ayudando a alumbrar la nueva vida.