Diario de León

Cornada de lobo | pedro trapiello

Sueñas, Saramago

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pedro trapiello
León

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Insiste Saramago en su sueño ibérico. No quiere morir sin ver la primera piedra de su Iberia peninsular, unidas España y Portugal, fortalecidas ambas en un entendimiento al que están condenadas. Ninguna de las dos perdería gobierno o identidad si durmieran juntas en su «balsa de piedra» y no como ahora, culo contra culo en la misma cama que un día fue matrimonial, ignorándose. Saramago no sólo lo ve posible, sino obligado. Y Sócrates Valdueza le ha dicho «sueñas, Saramago», tururú, qué lástima de veras.

Cierto que a ras de pueblo hay simpatías a la propuesta. Sócrates sabe que una buena parte de portugueses la aplaudiría, pero a la mayor parte de los españoles les mosquea; o se la suda. En Portugal se ve esa unión con necesidad. Allí son sólo diez millones de habitantes y les tenemos encerrados contra el mar, que fue su única salida y la puerta de su grandeza. Pero España está sobrada hoy de corrales particulares y no quiere o no admite más, está hartita de ladridos entre nacionalidades, hartita de identidades escocidas, hartita de administraciones superpuestas y hartita de políticos hojaldrados o en pastel. Y no quiere más problemas, más bulto. Vale ya.

En tocando a Portugal, aquí estamos prestos a estirar el pescuezo mirándola por encima de Miranda do Douro, que es su hombro. Y en respuesta, allí están obligados a una dignidad distante, al orgullo patrio ante quien la combatió, la desprecia o la ignora. En los telediarios españoles que ven allí nuestros vecinos comprueban cada día que Portugal nunca sale, que nada portugués es noticia; tampoco en prensa y tertulias; en resumen, que son nadie, salvo Cristiano Ronaldo, alguna visita oficial de Cavaco Silva y una niña inglesa desaparecida en el Algarve.

¿Cuántos eligen el portugués como idioma de estudio en la eseñanza española? ¿Quién sabe dónde está Setúbal? ¿Qué partido gobierna?... La ignorancia española sobre todo lo portugués es la que vio Machado con desconsuelo en la Castilla que le enamoró y «que envuelta en sus andrajos, desprecia cuanto ignora». Portugal se la trae floja a España. Qué estupidez. Qué pena.

En fin, seguiré consolándome con el berrido feliz de Siniestro Total... ¡menos mal, que nos queda Portugal! .

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