Diario de León
Publicado por
Pedro G. Trapiello
León

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Los nombres te los ponen por algo. Si te llaman Mataperros es porque algún chucho descalabraste algún día... o quizá más, que tienes cara de ello y el occipucio montao. Si a un pueblo le dicen Torneros de Jamuz o Valdería, es que nació con gentes dedicadas a darle vueltas al barro de los cacharros. El origen de Valporquero no es menos evidente; los puercos eran su industria y los sacaban al monte, a los llamargos, llamazares y gamonedos para que hozaran raíces y bulbos poniendo todo pastizal patas arriba, ¡hala, a devorar la natualeza por las patas!... Y si le pusieron Tejedo, no sería por tener bosques de ciruelos; lo paradójico es llamarle hoy así cuando sólo quedan allí dos o tres tejos. ¿Y por qué crees que bautizaron Almuzara a ese pueblín que precede a Cármenes?, ¿quizá porque al-muzara significa en árabe hipódromo, como sostiene alguno, o porque muzara es un contrato de aparcería en las leyes andalusíes del siglo VIII?; apuesta por esto y no dudes de que se lo puso alguien que no era de por aquí; pon que no era árabe, sino mozárabe, y será lo probable. ¿Pero Grulleros, junto al río Bernesga, por qué? ¿Había allí grullas, las criaban quizá? ¿A qué se dedicaban exactamente los grulleros? Ya sabemos el oficio de sus vecinos de Torneros, pero ¿de qué trataba el de grulleros?... Despeja el enigma: cazaban y trampeaban grullas en sus invernadas leonesas. Unos te dirán que las criaban. Mentira. Las apiolaban en temporada. Matarile. Carne fácil. Ave que vuela, a la cazuela. En la Edad Media se comían a Dios por las patas y al cerdo por la pezuñas. Y al ave de paso, cañazo. Entonces, la vega de este pueblo era un laberinto de charqueras, lagunas, un río de tres lechos, mucho boscaje y encinares cercanos, lugar ideal de octubre a marzo para la grulla migratoria... ¡sí, por los cojones!... allí se agazapaba el cazurro con sus lazos, trampas y ballestas, ¡y otra al saco!, a venderlas al mercado del León del siglo X para que Sánchez Albornoz les llame grullarius. Así que primero devoramos las grullas y, después, aquel paraíso fluvial de charconas con su bullir de vida y peces. Y ya nunca volvieron a parar aquí los bandos que llegan en otoño de Suecia buscando España. Listos somos.

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