El paisanaje | antonio núñez
Sin embargo
Desde que llegó Zapatero al Gobierno mi existencia carece de sentido. Igual que la suya. Aunque el otro martes leyendo el BOE un fugaz rayo de luz me alumbró la vida al leer que los ayuntamientos no iban a poder pedir más créditos. Entiéndase bien, a servidor le importa un huevo y la yema del otro la deuda municipal porque bastante tiene ya con la hipoteca, pero no me negará usted que hubiera sido una pasada encontrarse al alcalde Paco Fernández pidiendo limosna en Ordoño II con un cartel al lado y la clásica leyenda de las desgracias familiares: «voy a quedarme en paro, tengo dos mil funcionarios a mi cargo y no me llega para darles de comer». «Ahí va un euro, buen hombre», me hubiera rascado yo el bolsillo a la hora del vino, «pero no se lo gaste en tranvías». Y, si un poco más allá te encuentras a un Agelco rogando por caridad que no le embarguen el chabolo ni el solar, la mañana habría sido completa. Cada cual tiene sus sueños secretos pero se ve que los míos no duran ni hasta el primer vermú, porque rapidamente Zapatero corrigió el BOE y mi destino anunciando que los ayuntamientos podrán seguir endeudándose hasta el año que viene, con lo cual el señor alcalde no, pero es casi seguro que nuestros nietos acaben en el hogar del transeúnte.
En los países europeos serios este tipo de políticas económicas suelen inducir a la hilaridad, pero aquí la risa va por barrios. No merece la pena echar las cuentas sobre los números rojos del compañero alcalde entre otras cosas porque parte de ellas las heredó de sus antecesores en el cargo como suele pasar en las mejores familias, pero tampoco hubiera estado de más ponerle el freno cuesta abajo.
Fernández, como su propio apellido indica, es uno más entre tantos alcaldes de la guía telefónica empeñados hasta donde la espalda pierde su honesto nombre. Y quien dice munícipes dice presidentes y presidentas de diputaciones y autonomías. Casualmente en el 2011, cuando ya no puedan pedir más créditos, habrá elecciones locales y hasta entonces tendrán tiempo sobrado de dejar en prenda hasta lo que cae un palmo más abajo del ombligo. Si ganan, ya veremos, y, si pierden, que Dios se lo pague. El que venga detrás que arree. ¿Que por qué ellos tienen crédito y usted no? Muy fácil: todos forman parte de los consejos de administración de las cajas de ahorro -”a ver cuándo les cambian el nombre-” y se prestan a sí mismos, así cualquiera, aparte de cobrar un sobresueldo.
Las finanzas públicas tienen muy mal arreglo con esta clase política que tira con pólvora del rey, o sea con dinero que no es de ellos. Si los municipios gobernados por el PSOE andan entrampados hasta las cejas de Zapatero a los del PP les llega la deuda a las barbas de Rajoy, que se lo pregunten a Gallardón en Madrid. De modo que todos tienen el tejado de cristal y nadie quiere tirar la primera piedra. Tan patética es la cosa que el único servicio municipal que en León no genera déficit es Serfunle, el de los entierros, con nueve millones de euros de beneficio el año pasado (mil quinientos millones de las viejas pesetinas). Divida usted esta cifra entre las esquelas del periódico y le saldrá a cuánto tendrá que apencar cuando las palme. El rigor mortis comparado con eso no es nada.
Sólo hay una forma de acabar con el despilfarro municipal sin hipotecar aún más a las generaciones futuras y es empeñar directamente a los actuales alcaldes en el monte de piedad. Por ejemplo, lleva usted al suyo y le dice al director de la sucursal «¿Cuánto me da por este?». Una vez tasado seguramente le dirá el otro que no vale nada y hasta perdería dinero quedándoselo.
La cuestión es que si el usuras no lo quiere no hay razón para que nos hagamos cargo de él nosotros con un municipio cuya contabilidad dice debe/haber, pero no hay. Lo mejor es dejarlos a todos en depósito y que, por lo menos, no mareen hasta la próxima subasta electoral.
Qué joyas, señor interventor.