Cuánta lengua

La lengua castellana con sesenta paladines regionales investidos al efecto, más otro cortejo político-funcionario y el subsiguiente pelotón de periodistas, se largarán en noviembre con viento fresco y cruzando la mar océana a una feria del libro mejicana de mucha concurrencia y fasto cultural... Guadalajara en un llano, Méjico en una colina... y Santa María la de Más Lejos , la más devota.

Corre con el gasto del fasto esta comunidad, patria y cuna del castellano (y si se ponen, del leonéslleounésllïonés, del sayagués, del pachuezo, del jurdano salmantino, de la jerga segoviana del Cantalejo trillero y de las palabras de humo). Van a promocionar el castellano, han dicho. Noble empeño. Pero ¿qué castellano?, ¿el de la literatura española de hoy?, ¿el clásico cervantino que allí se recuerda y usa con mayor riqueza en vocabulario y construcción lingüística?, ¿o el nuevo castellano fecundado allende los mares con nuevos términos y contactos con otras lenguas?... porque habrá que recordar que el castellano, lengua común, se enriquece en aquellos pagos con ocho mil mejicanismos y muchísimos miles más de localismos en toda Hispanoamérica que todavía no son aceptados por el sanedrín docto que limpia, fija y da esplendor. En cuestión de hablar y escribir, ¿quién enseñará a quién?, ¿no fueron siempre las corrupciones las que alimentaron nuevas lenguas o las enriquecieron?... En fin, deseemos feliz partida a esta misión cultural de los sesenta campeadores castellanos y leoneses, jinetes de la lengua montados en avión, donde alguno tarareará bajito en el último rincón de su memoria aquella canción de infancia, qué buenas son las madres ursulinas, qué buenas son, que nos llevan de excursión .

Si se trata de campear la lengua, sólo se hace hablando y escribiendo. ¿A cuántos conocerán en Méjico de los sesenta campeadores que allá les mandamos?, ¿sabrán de lo que hablan o escriben?, ¿les creerán?... Dice Sócrates que, si hay que lograr ecos (y reducir fastos), más valdría montar al Delibes muerto sobre un caballo babieco e internauta y conquistaría de fijo esa feria un castellano lucido y vigoroso.

Sócrates se explica: es que «más caga un buey que cien golondrinas».