Arriba Espain

Cuando la lengua castellana cruzó el Atlántico, llegó mojada y allí crió sus propios musgos. Cuando esa lengua con musgo se fue a la América del norte, la preñó el inglés y nació el spanglish . Pero cuando el inglés entró con negocios y gustos en el sur americano, le pasó lo mismo que al español, crió sus musgos; y lo mismo que allí pronuncian Espinosa, pero escriben Espinoza, pues oyen Spain y escriben lo que escucharon, Espain, tal cual suena. En la película Luz Silenciosa aparece rotulado así en la camiseta de un mejicano, «I love ESPAIN». Vaya, pues no está tan mal. Parece un buen híbrido: si leemos por ahí Espain, sabemos que se refieren a nuestro país; y si lo lee un inglés, tampoco tendrá dudas de que ahí estamos. Mira tú por dónde nos entendemos. No es mala boda entre dos muy diferentes, un Spain y una España pariendo un Espain . Perfecto. Ahora hagamos votos para que lo acepten internacionalmente y así dejarán de rotularnos en teles o listados con las siglas «Spa» como si este país fuera un baño turco con pileta de barrigones, chorritos epilépticos y masajes oscuros; así pondrán «Esp» y contentos todos.

Lleva unas semanitas el nombre de España en boca de todos como nunca y repetido en prensas o cartelones hasta enfartucarse uno de tanto fervor, o sea, hervor. Y hierve por dos razones: los Mundiales y, en menor medida, el Estatut... España parriba y España pabajo... a vueltas con España... España por rastrojos, romerías o balcones... la trágica España unamuniana y la España de toros y gradas... España defendida a raquetazos o patadas... España por todos lados... y los chinos, haciendo caja como locos con banderitas, gorras, camisetas y calzones para vestirnos de patria y poner en las ventanas la colgadura nacional.

Viendo tanta bandera, Martínez el facha hincha pecho y echa un lagrimón. Es lo que tiene la bandera o el pendón, emocionan al patriotero; y hablando de pendones, vino de nuevo la Bordiú pereramente a los toros en León y, cuando apareció aquella tarde en el tendido, hubo algunos que la recibieron con efusivos y sonoros «Franco, Franco» y «viva Franco», mientras una supermegapija del Burgo susurraba divina de la muerte «¡Arriba Espain!».