Diario de León

Cornada de lobo | pedro trapiello

Post coitum

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pedro trapiello
León

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Remite la marea roja. Fuimos todos con la roja. La furia fue roja y la faria ya es ceniza. El triunfo de la roja trajo euforia colorada y sofocón. Es lógico, pues, que la resaca venga también roja de tanta congestión y con una cierta dosis de aquello que los tomistas definían como tristitia post coitum , esa tristeza que llega tras el polvo al ver que «se acabó lo que se daba» o se cogía... esa pena de constatar otra vez que algo tan intensamente ansiado se consuma y se consume finalmente en un fugaz instante... ese sentimiento de culpa, vergüenza o decepción que te abate tras la faena porque seguramente acabó la cosa en un vulgar metesaca de oficio, que es lo suyo, o en gatillazo, que va in crescendo entre aplausos y entusiasmos de los mercaderes del viagra.

No parece el caso del orgasmo nacional que se alcanzó con el patadón del humilde Iniesta al perforar con un coito al bies la portería holandesa. Estaremos mucho tiempo estirando el instante de ese clímax, el más espasmódico y gritado que recuerdas... estaremos dos eternidades pegando el dedo índice a la tecla del replay y el dedo corazón al culo de la Nederland leñera que sigue viendo españoles comiendo niños por todo Flandes... y estaremos exigiendo que se repita ese cuete y el chispún cada vez que haya un problemón o nos amenacen con otro debate sobre «la nación en estado», esta preñez política que sólo alumbra desencuentros de ponerse a parir y enanos con fueros y estatutos entendidos como un condón para joder sin riesgos los presupuestos nacionales.

Con toda esta euforia de grada en las calles, se ha valorado mucho el renacimiento de la cosa nacional, el espíritu de lo español, aunque venga cogido por las hojas del rábano futbolero. Se ha sacudido la España muda su complejo ante las Españas gritonas y separadas. Vaya. Fueron días de sacar las banderas del arcón de las vergüenzas y de canturrear voceando lo de «yo soy español, español, español».

Pero el entusiasmo nacional que nace en un estadio me da pánico. Por lo mismo que llega a la exaltación, puede caer mañana en el clásico derrotismo pesimista que crucifica o exige cabezas rodadas cantando el «yo era español, yo era».... Modérese tanta euforia.

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