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Un coto de integración

El Coto Escolar Municipal acoge por cuarto año el campamento de niños y niñas del Sagrado Corazón

El segundo grupo del campamento de verano del Sagrado Corazón en el Coto Escolar levanta un palomar

El segundo grupo del campamento de verano del Sagrado Corazón en el Coto Escolar levanta un palomar

León

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Andrea espera impaciente a ponerse el bikini para entrar en la piscina. Armé posa como un modelo, pero inmediatamente pasa a la acción y se convierte en fotógrafo unos minutos. Yesi, en silla de ruedas, camina sin problemas dentro del agua. Con ayuda, claro. Alba y Juan disfrutan especialmente de los caballos y de la piscina. Jairo se une al grupo para colocar los adobes del palomar.

Una docena de niños y niñas con diferentes discapacidades funcionales disfrutan este año, en dos turnos, del cuarto campamento de verano que el Coto Escolar Municipal organiza para el colegio de educación especial Sagrado Corazón de León.

La cabaña de la piscina es su punto de referencia desde que comenzó la actividad de la mano de la asociación de madres y padres. «Nuestros hijos e hijas tienen minusvalías importantes y no acceden a centros abiertos, talleres u otros campamentos», explica la presidenta, Carmen Rodríguez. El primer año «la Ampa pagó a los cuidadores y el Ayuntamiento de León a los monitores» y en años sucesivos el Coto Escolar Municipal asume el campamento al cien por cien gracias a una ayuda Elor del Fondo Social Europeo para la contratación del personal, que gestiona la Junta.

En el coto hacen lo mismo que los 870 niños y niñas de sus campamentos en verano. Equitación, selección de plantas medicinales y aromáticas, horticultura, amasar pan... y además han fabricado adobes y se dan dos baños diarios en este julio tórrido. «Participan en la medida de sus posibilidades y con el apoyo que precisan», apunta la directora del Coto, Raquel Martínez.

«Esto no es una guardería, aunque es un respiro para las familias y una forma de integración que les beneficia a ellos y al resto de campamentos al normalizar la convivencia», recalca.

Al finalizar la jornada el cansancio les vence, pero les queda aliento para contar, a su manera, lo bien que lo han pasado. «Estimula ver sus avances, como un niño que entró por primera vez en la piscina», agrega. Las familias agradecen el esfuerzo que supone en tiempos de crisis y creen que merece la pena mantener la actividad e incluso ampliarla.

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