Diario de León

Cornada de lobo | pedro trapiello

Esponsorios

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pedro trapiello
León

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El deporte ya está siendo cosa que sólo sucede dentro de un anuncio, en estadios o pabellones que son corralas publicitarias o en esas ruedas de prensa donde es difícil localizar la cara del deportista porque la engulle un marasmo de marcas cuando asoma el tipo tras una mesa que parece un mostrador de rebajas y ante un tabique plagado de logotipos comerciales que por contrato le ponen por detrás, o sea, «por detrás»... y tente tieso o, si no, cobras en Adviento.

Un ciclista es una valla publicitaria con ruedas y va más rotulado que la puerta de una agencia de viajes; ya no queda sitio en su indumentaria ni para pegarle un sello. ¿Y qué decir de un piloto de motos con un traje que parece un tetrabrik chillón y una montura que pedorrea borracha de pegatinas? Un futbolista es un número con letras y logos. Como recuerda David Trueba, se visten como el hombre-anuncio que en algunas ciudades pregona «compro oro», aunque a este último lo prohíbe la porra de Gallardón y a los otros les monta en la fuente de Cibeles y les da una vuelta en el carro de la fortuna ante una plebe copiona cuyas camisetas son también publicidad, no podía ser de otro modo, plebe fervorosa del farde y del mole que va llena de marcas del cogote a los zancajos.

Manda y dicta el sponsor, el que afloja. Sponsor no es palabra inglesa, por más que diga el burrín de Jandrín que estudió en Openíng , sino latín de viejo cuño; significa prometerse en matrimonio; sponsales son la boda; y sposi ... los del yugo. Hoy se llama espónsor al que casa la magnesia con la gimnasia o a la rugiente religión del deporte con su basílica comercial, toda de mármol ella gracias a venderse a veinte lo que le cuesta dos: «entiéndalo usted, percebe, está todo muy caro, el marketing, la publicidad, las comisiones, los ejecutivos blindados y ese pedazo pepino de fórmula uno que reventamos contra el muro cada dos carreras para que vea todo el mundo por la tele nuestro alarde de apoyo incondicional al deporte y al orgullo nacional».

A veces se pasan; el circuíto de Hockenheim, por ejemplo, no parecía el otro día alemán, sino Santander; y Botín, allí personado, podía ser su alcalde con un vicealcalde propio para entregar los premios. Ospá qué rumbo.

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