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Cornada de lobo | pedro trapiello

Titis, potras y jatas

Publicado por
pedro trapiello
León

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Mercaderes de carne de mujer no son sólo los chuloputas, los tratantes en blancas, los bandidos de burdel o los vicarios palatinos de Berlusconi que le ponen a huevo virgos de doncella en sus fiestorros tripones de una de esas villas de recreo en la costa adriática con piscinorra azul-braguita, casoplón de mil porches, pabellón de mil cuernos y pantalán de tres yates que tanto gustan a los del Hola y a La Lomana . Hay muchos otros mercaderes de carne femenina. Muchos más. Los hay respetables, admirados e, incluso, subvencionados. ¿Se ofenderá alguien si les llamamos productores, editores, representantes, empresarios discográficos, cineastas, revisteros, negociantes de concursos de belleza o alcaldones memos que pagan un certamen de misses en su despoblado municipio de la Costa del Adobe como quien paga un concurso-subasta de jatas pardo-alpinas en el mercado cubierto que se construyó allí para nada?...

El triunfo económico y social de estos tipos de la industria del espectáculo y de la Babel mediática se basa demasiadas veces en entender y promover a la mujer como objeto puro y caro, unos kilos (pocos) de carne bien distribuída y esculpida con quirófano, y cosmética, modelazos, panteras, cantantas, potras sin jinete, estupendísimas sílfides, titis con el toto pelado de ir a castings, iconos y patrones de superbelleza que bombardean teles y papeles para venderse a toda mujer como inexcusable modelo a seguir. Pues no hay mejor camino -se dicen no pocas-, es una de las verdades más antiguas de la humanidad: si eres guapa o te emperras en parecerlo, tendrás gran ventaja en la batalla de la vida, o sea, que será más fácil que puedas vivir por tu cara bonita o tu chirri alegre.

¿No es sorprendente que sea en los países más desarrollados en derechos de la mujer donde precisamente más se vende y crece el concepto de mujer-bibelot o esos concursos de reinas y bellezas (¿viste el de Las Vegas?) con sus pasarelas desfilantes de titis, potras y jatas... en bikini, en traje regional, después en lencería finiguarri de un espónsor de la cosa (y finalmente, desnuditas, vete tú a saber con qué chollo o productor y en qué hotelazo)?....

Pues a Sócrates no le sorprende.

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