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Publicado por
pedro trapiello
León

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Llevan semanas comiendo barro, peste y caridad de calderilla que les va llegando en goteo de helicópteros y camiones de esa solidaridad internacional que ya casi es una industria global (pública o no gubernamental, pero también privada) con su montaña de operativos, flotas, funcionarios, papeleos, gastos, eternas tardanzas y «fugas en los conductos».

Millones de pakistaníes vagan erráticos buscando un bocado y otro destino como esclavos de la fatalidad, después de que un agua endemoniada convirtiera sus pueblos, cultivos y casas (los adobes se disuelve en riadas como azucarillos) en un infierno de cañas y lodo, única mortaja de cuerpos que aún se pudren en aquella gigantesca pantanada. Crujen el corazón las fotos de la catástrofe que distribuyen las agencias. Bosques de manos rodean cada camión de pan mendigando a gritos y a tortas el sobrevivir un día más. En el telediario, a la hora de comer, esas imágenes nos suenan a drama lejano y seguimos dándole al filete o separando los guisantes y alcachofas de la menestra con sonoro reproche a la cocinera. Pero entonces sale un ministro de aquí diciéndonos que podrían subir los impuestos y ahora sí que palpamos el drama, lo indignante y se nos jode del todo la comida: Cariño, no me pongas postre, que me voy a la partida; y su cariño (encantada ella) se hace dueña del mando de la tele.

Si aquella gente ya era pobre, hoy es mísera de solemnidad, así que lo miserable también está servido. Pakistán es un campo de fatalidades donde el fundamentalista siembra un versículo del Corán y brota dinamita. Ahora es aún más fácil que los dueños del terror capten desesperados. El suicidio religioso y heroico no será su peor destino. ¿Es lo que piensa ese rapaz de piel renegrida, turbante ruin y mirada espantada que camina arrastrando a su abuela y llevando a lomos ese camastro que es para él y los suyos toda su hacienda y el único techo bajo el que dormir al raso como perros apaleados?...

El terrorismo lo diseña el oscuro interés de altos poderes y tipos siniestros que dictan leyes en el parlamento de sus cojones, pero su carne de cañón engorda con el hambre y la desgracia. ¿Cómo no decir el que está condenado a morir « pues entonces, ¡a muerte!» ?

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