Cornada de lobo | pedro trapiello
A fuerza de pan
Adoro el pan, me chifla la hogaza en comidas de cuchara, me parece chasquido celestial la barra crujiente en bocadillo, me rindo a la empanada y a la partitura del hornazo empadronado en Babia, sucumbo ante la bolla cazurra... ¡pan!... con sólo pan aplaza la muerte el que no tiene más... y pan quisiera que untado viniera... ¡con manteca!... o en pan de torta de azúcar con queso de Valdeón.
A fuerza de pan, pero sin empanizarse, salió este pueblo adelante y espantó el hambre canina que cíclicamente dictó el reloj de nuestra historia. Incluso panes se llamó a la tierra o parcelas donde crece el grano ( Pan-dorado es por algo). Empezaba el día con tazón de leche migado y terminaba con pan en sopas de ajo, resolviéndose los altos de la jornada, del tajo o del almuerzo de las diez con zoquetón de brega o rebanada gorda de dos dedos en la que se encama un chorizo a lo largo para hacerle allí mismo la cirujía taco a taco, más que raja a raja, con esa navajina que, al efecto, tiene plaza en propiedad en el bolsillo de cada lugareño curiosín que no sea vago, flojo o maninas.
Hoy los panaderos han de lidiar con nuevas modas, con el mírameynometoques, con maldiciones de gorda y con los asquitos que le hacen al pan de veras esos nenes (y nenas) a quienes parece dura hasta la corteza del bimbo . Y como en toda lidia ha de honrarse al maestro con arte, vaya aquí la petición de máximo trofeo para el diestro Rolán Goretín (así le llamo yo por la ley filial del mítico Gorete que le honra), panadero en La Virgen del Camino (pregunta ahí por él y que te hable de empanadas de veras). Nos sorprendió hace poco con la hogaza preñada más enorme y contundente que jamás vi, un pedazo hornazo del que comen veinte y sobra otro tanto para la cena (mira, mujer, resuelta la excursión del autocar), relleno todo él de artillería matancera, chicho, panceta, lomo, magro... y enseñando en lo alto dos ojos de huevo duro que daban a la hogaza cara y gesto feliz; gloria santa para el hambre de un domingo campestre, para escalar después peñas pindias o para ponerse a cavar una zanja.
El pan, con ojos... y el queso, sin ellos. Este dicho lo repite mucho mi madre. Pues ojo con Rolán . De pan, sabe.